No es dado a todos tomar un baño
de multitud: gozar de la muchedumbre es un arte; y solo puede darse, a expensas
del género humano, un atracón de vitalidad aquel a quien un hada haya otorgado
desde la cuna el gusto por el disfraz y
la máscara, el odio por el domicilio y la pasión por el viaje.
Multitud, soledad: términos
iguales y convertibles por el poeta activo y fértil. Quien no sabe poblar su
soledad tampoco sabrá estar solo en una muchedumbre atareada.
El poeta disfruta de ese
incomparable privilegio: el de poder, a su antojo, ser él mismo y los demás.
Como esas almas errantes que buscan un cuerpo, él entra cuando quiere en el
personaje de cada uno. Solo para él todo está vacante; y si ciertos lugares
parecen estar cerrados, es porque a sus ojos no valen la pena que se los
visite.
El paseante solitario y pensativo
obtiene una singular ebriedad de esa universal comunión. Aquel que se entrega
fácilmente a la muchedumbre, conoce goces febricientes de que están eternamente
privados el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, enclaustrado como un
molusco. Adopta como suyas todas las profesiones, todas las alegrías y todas
las miserias que la ocasión le ofrece.
Aquello que los hombres llaman
amor es muy pequeño, muy exiguo y muy débil comparado con esa orgía inefable,
con esa santa prostitución del alma que se da toda entera, poesía y caridad, a
lo imprevisto que se muestra, a lo desconocido que pasa.
Es bueno enseñar a veces a los
felices de este mundo, aunque solo fuere para humillar, por un instante, su
orgullo, que existen felicidades superiores a las suyas, más vastas y más
delicadas. Los fundadores de colonias, los pastores de pueblos, los padres misioneros
exiliados en los confines del mundo,
saben, sin duda, algo de estas ebriedades misteriosas; y, en el interior de la
extensa familia que su genio ha formado, deben de reírse a veces de aquellos
que los compadecen por su destino tan agitado y por su vida tan casta.
Fuente: Poesía francesa del
siglo XIX (selección de Jorge Lafforgue), Buenos Aires, CEAL, 1989. El
texto pertenece al volumen: L’Spleen de París de Charles Baudelaire.
Traducción: Raúl Gustavo Aguirre.
Quien no sabe poblar su soledad tampoco sabrá estar solo en una muchedumbre atareada.
ResponderEliminarEl difícil arte de ser parte y poder tomar distancia. Aceptar el Otro y para ello, ser Uno. Muy bueno y oportuno el texto
Es Baudelaire... Realmente creo que es ahora y siempre: oportuno.
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