Cuál es la primera reacción, al
menos mi primera reacción ante la lectura de estos cuentos? Mantenerme
pendiente del hilo narrativo como quien camina sobre una cuerda pero sin poder
dejar de hacerlo. Equilibrio versus desequilibrio. Tensión de afuera hacia
adentro. ¿Cuál es la realidad que nos muestran? En apariencia: personas y cosas de cualquier lugar del
mundo. Son muy pocas las referencias a la vida y costumbres japonesas. ¿Qué
efecto produce ese conjunto de personas , objetos y hechos aparentemente reales? En primer lugar: perplejidad, extrañeza. Luego, un torbellino de emociones bien diversas: angustia,
hilaridad, incertidumbre, agobio… Finalmente:
descentramiento.
El adjetivo siniestro con que se
califica a estos cuentos podría ser una ocurrencia del traductor. No conozco el
idioma japonés y por lo tanto no sé si el término responde a una traslación literal o no. En español el
término siniestro conserva del vocablo latino del cual deriva la acepción: avieso, funesto. Freud, en un
artículo titulado Lo siniestro (Das Unheinliche-1919)
se refiere a los antónimos heimlich (lo
familiar y confortable)-unheimlich ( lo oculto, disimulado) como términos con
cierta ambivalencia. Lo siniestro marcaría
el traspaso de lo familiar y
confortable a lo contrario. Desde su perspectiva
psicoanalítica y refiriéndose a las conductas neuróticas apunta Freud: “…todo efecto de un
impulso emocional, cualquiera sea su naturaleza, es convertido por la represión
en angustia, entonces es preciso que entre las formas de lo angustioso exista
un grupo en el cual se pueda reconocer que esto, lo angustioso, es algo
reprimido que retorna. Esta forma de angustia sería lo siniestro”.
Los cuentos de Kobo Abe muestran esa subrepticia transformación de lo familiar y cotidiano en una trabazón
fantasmal que sobrecoge y conmociona. En ese aspecto
coincide con la reflexión freudiana. Pero la sobrepasa ya que no responde al
plano individual sino al social ¿Cómo
opera ese tránsito? Los personajes están deshumanizados. Se los nombra con iniciales (K, A) o con motes
de ambigua resonancia: “el ancestro” ; también por cómo los describen los otros
personajes: “…Ella…aspira a ser un objeto abstracto” o bien por nombrarlos con algún atributo chocante: “el
calvo de traje negro” “el que no tenía la pierna derecha” “el que le faltaba el
brazo izquierdo”.
Las situaciones expuestas son
profundamente inhumanas: una empresa que se propone preparar empleados para
cometer crímenes y robos (El pánico), un sector social que
practica el canibalismo con otro sector
más débil socialmente (El grupo de petición anticanibalística y
los tres caballeros), la violencia ejercida sobre un ancestro y la planificación de su muerte (La
casa).
La tendencia a realizar compulsivamente
acciones que resultan altamente
perjudiciales para el que las ejecuta (El perro, Al borde del abismo).
La demora en el relato que traduce la demora interna del personaje
que no se decide a resolver una situación de la cual es un partícipe azaroso (La muerte
ajena).
La repugnancia que generan
algunas representaciones: la relación perseguido-perseguidor que se genera
entre el ancestro y el dueño de casa y que tiene un efecto rebote (La
casa), el muerto que se transforma en una suerte de pesadilla tenebrosamente coloreada : “orejas
marchitas”, “ nuca arrugada y mugrosa”, “dedos azules que parecían entalcados”,
“uñas con puntas moradas” (La
muerte ajena).
Algunos cuentos tienen lo que
podría llamarse formalmente un final abierto. La narración se corta en un punto
culminante, aunque de hecho ya está sobrentendido el final. Pero la suspensión
del relato nos deja como con una sensación de agujero negro. Reproduce en
nuestro interior el terrible abismo al que está expuesto el personaje.
El lenguaje es despojado y sobrio. La forma de narrar, clara y sin
ningún tipo de artificio que oscurezca la comprensión de los hechos. Si bien el
pasado es el tiempo que predomina en la
narración, en el cuento La muerte ajena la alternancia con
subjuntivos y condicionales: “Si ahí hubiera intuido lo que ocultaba esa
aparente contradicción, habría optado…”, “¿O sea que el cadáver estaría
circulando de un departamento a otro?...”, muestra cómo la acción es un reflejo
especular del tiempo interno del protagonista, de sus vacilaciones. Por otra
parte, en El perro la narración en primera persona y en presente enmarca el testimonio de quien puede ver y hasta pre-ver el fatal desenlace.
Y el cuento que cierra el libro: Al borde del abismo está estructurado
como un monólogo en presente que muestra un desdoblamiento de las fuerzas interiores
y en pugna del protagonista.
Según he leído, Abe fue un
admirador de Kafka. Su técnica lo acerca,
sin duda, al escritor checo. Sin embargo los temas abordados son en algún punto
distintos. La preocupación central de Kafka fue
el poder y la justicia (divina y humana), mientras que el escritor
japonés, ubicado ya hacia la mitad del siglo XX, centra sus atmósferas, su
sombrío entretejido de realidad y fantasía y sus paradojas en una etapa histórica que anticipa las
problemáticas de una sociedad sumida en la incertidumbre y el vacío, y enfrentada
a nuevas formas de representación de la realidad. El motivo de angustia ya no
es la represión neurótica, ni la culpa, sino el haberse convertido en especies
de títeres, carentes por tanto de capacidad autodefensiva. El no saber qué son,
ni cómo son, ni cuáles son los designios que los mueven. El estar inermes. Los relatos fechados abarcan el período entre 1954-1964. El cuento El
huevo de plomo, en el que un hombre es sacado de hibernación un siglo
después de haber sido encerrado en una cápsula (1987-2087) da muestras de una
visión del futuro bastante amarga. El célebre profesor del mundo antiguo rompe
a llorar ante la perspectiva de inserción
en un mundo que le resulta completamente
ajeno. Y este cuento es, tal vez, el que
mejor plantea el hecho de que somos una construcción sostenida por un marco espacio-temporal
que es también una construcción.
En este primer libro que leo de
Kobo Abe encontré una prosa más que
interesante. Celebro el hallazgo. Un libro extraño y valioso como una perla.
Fuente: Abe,Kobo, Los
cuentos siniestros, Buenos Aires, Eterna Cadencia Editora, 2011.