SE PROHÍBE MIRAR EL CÉSPED
Maniquí desnudo entre escombros.
Incendiaron la vidriera, te abandonaron en posición de ángel petrificado. No
invento: esto que digo es una imitación de la naturaleza, una naturaleza
muerta. Hablo de mí, naturalmente.
Publicado
en Sur, Buenos Aires, Nº 284, 1963. Incluido en 1972 en El deseo de la palabra, Editorial Ocnos, Barcelona, 1973.
ALEGRÍA
Algo caía en el silencio. Un
sonido de mi cuerpo. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.
NAUFRAGIO INCONCLUSO
Este temporal a destiempo, estas
rejas en las niñas de mis ojos, esta pequeña historia de amor que se cierra
como un abanico que abierto mostraba a la bella alucinada: la más desnuda del
bosque en el silencio musical de los abrazos.
Publicados en Papeles de son armadans, Palma de
Mayorca, año 14, Nº 145, abril de 1968.
Días en que una
palabra lejana se apodera de mí.
Voy por esos días
sonámbula y transparente. La
hermosa autómata que
canta, se encanta, se cuenta
casos y cosas: nido
de hilos rígidos donde me danzo
y me lloro en mis
numerosos funerales. (Ella es su
espejo incendiado, su
espera en hogueras frías, su
elemento místico, su
fornicación de nombres cre-
ciendo solos en la
noche pálida.
de: El árbol de Diana
(1962).
EL AUSENTE
La sangre quiere sentarse.
Le han robado su razón
de amor.
Ausencia desnuda.
Me deliro, me
desplumo.
¿Qué diría el mundo
si Dios
lo hubiera abandonado
así?
De: Las aventuras
perdidas (1958).
QUIEN ALUMBRA
Cuando me miras
mis ojos son llaves,
el muro tiene
secretos,
mi temor palabras,
poemas.
Sólo tú haces de mi
memoria
una viajera
fascinada,
un fuego incesante.
LOS TRABAJOS Y LAS NOCHES
para reconocer en la
sed mi emblema
para significar el
único sueño
para no sustentarme
nunca de nuevo en el amor
he sido toda ofrenda
un puro errar
de loba en el bosque
en la noche de los
cuerpos
para decir la palabra
inocente.
De: Los trabajos y las noches (1965).
FRAGMENTOS PARA DOMINAR EL SILENCIO I
Las fuerzas del lenguaje son las
damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo
lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral.
¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz.
Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más
e imploró llamas y ardimos.
de: Extracción de la
piedra de la locura (1968).
EL INFIERNO MUSICAL
Golpean con soles
Nada se acopla con nada aquí
Y de tanto animal muerto en el cementerio de huesos filosos
de mi memoria
Y de tantas monjas como cuervos que se precipitan a hurgar
entre mis piernas
La cantidad de fragmentos me desgarra
Impuro diálogo
Un proyectarse desesperado de la materia verbal
Liberada a sí misma
Naufragando en sí misma
FIGURAS DE AUSENCIA III
Esperando que un mundo sea
desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el
silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni
tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra
cosa.
de: El infierno
musical (1971).
Fuente: Alejandra Pizarnik, Obras completas,
Buenos Aires, Editorial Corregidor, 1990.
…”la poesía es una palabra que se escucha con
audífonos invisibles apenas el poema comienza a ejercer su encantamiento.”
Julio Cortázar
¿Cómo
cantar en medio de la oscuridad? ¿Cómo desmigar el silencio, repartirlo y
enhebrarlo a la música? ¿Cómo volver de la muerte, acaso del infierno, con la
lucidez de los alucinados? Alejandra Pizarnik tuvo el privilegio de poder
hacerlo. Privilegio doloroso y oscuro. Su voz erró entre las sombras como una
melodía hecha de resplandores facetados,
reflejantes, en los que a cada momento resuena
un grito, un trueno, algún timbal
terrorífico. Su mirada, casi de abismo, atraviesa
secretamente los ojos de quienes se encuentran con ella del otro lado de sus
páginas. Alejandra imanta con su luz el tiempo que ha quedado en el fondo de
las cosas, en el jardín de la inocencia y aún en esa primavera que toda muerte
proclama. La primavera del gran salto. Del supremo desliz, cuando no hay flores
ni pájaros, ni ramas, ni discursos de despedida, sino estrellas llorosas como niñas privadas de algún juguete
mágico. Desolada escribe y clava sus versos sobre una pizarra. La noche es esa
pizarra que ha bajado hasta aquí, por
obra y gracia de una pantalla encendida.
Los
audífonos invisibles de los que habla Cortázar multiplican en este caso el
poder con que la imaginación salta al
vacío y vuelve a nacer con la claridad de una aurora prodigiosa.
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