Noticia que al ser leída se transforma en… ¿poema?
La lengua desentierra. En esta ocasión: un abrazo.
Ellos han estado por más de cincuenta años abrazados.
En principio arropándose, compartiendo el aliento.
La suave exhalación que emana de la boca del recién nacido.
El hálito vital; ese viento ligero, levísimo
que los frutos empujan hacia la arborescencia.
Con los brazos entregados y los cuerpos henchidos de estupor,
habrán imaginado que uno sería para el otro una manta,
un cobertor piadoso.
Y luego habrán atravesado
la palabra esteparia,
la médula del silencio.
Y deslizándose el uno en el otro
se habrán encontrado en el extravío.
Toda la vida, más allá de las elevadas cumbres,
del otro lado de riscosas laderas.
Ajena, ya. De otros. Del pasado.
Del vértigo que ha llegado a su fin.
Descenso.
Hacia la oscuridad de lo que ni siquiera es requerido.
Nadie supo de ellos.
Nadie alcanzó a encontrarlos.
El uno junto al otro fueron toda la humanidad que les
quedaba.
Un alud hizo girar a ese trompo sin vida
hacia el hondón del abrazo.
El tutelar abrazo de dos seres que a cada instante iban
perdiendo la luz.
Las heladas construyeron un túmulo.
Después de más de cincuenta años
sus huesos trizados por vendavales y tinieblas
despiertan en la memoria de los hombres
una imagen que es casi una señal. El abrazo que todos nos
debemos.
La confraternidad ante la niebla o la nevisca.
O ante el frío prosaico
con el que nos expulsan los barrancos,
las fortuitas tenazas de las cimas,
la caída fatal e inescrutable.
La soledad que nos estrecha y latido a latido
nos devuelve a la unidad que fuimos – y seremos-
en la altura invencible de la Nada.
El
poema está basado en una noticia aparecida el 05-03-2015, la cual se refiere
al hallazgo de los cuerpos de dos
montañistas desaparecidos el 2 de noviembre de 1959 en la ladera oeste del Citlaltepetl,
pico más alto de Orizaba-México (
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