sábado, 26 de noviembre de 2011

SYLVIA PLATH: La despedida del fantasma

Viene la gélida tierra de nadie, hacia
las cinco de la madrugada, el vacío incoloro
en que la cabeza despierta destruye
confuso caos de sulfúreos sueños e incógnitas
lunares que, soñadas, parecen hondas,

prepárase a enfrentarse con la creación
alerta de sillas, mesas y sábanas arrugadas.
Éste es reino de inciertas apariciones,
fantasma oracular que oscila sobre  flacas piernas
ante un bulto de ropa sucia, lás sólitas sábanas

enhiestas, mano simbolizando adiós.
En este punto entre dos mundos, dos modos de tiempo
incompatibles, es la materia prima
de nuestros pensamientos rutinarios quien captura
el halo présago de ambrosía. Y vase.

Silla y mesa: jeroglíficos de frases
divinas, que nosotros, al despertar,
desoímos: y estas sábanas nos hablan en un idioma mudo
de un mundo, y luego se deshilachan,
un mundo que perdimos despertándonos.

Sus harapos le traicionan en el extremo
de la visión humana, este fantasma levanta
la mano en alto, adiós, adiós, no desciende
al buche rocoso y hondo de la tierra
sino a una región donde nuestra atmósfera densa

cede y Dios sabe lo que en ella palpita.
Una admiración delimita este cielo
en naranja sonoro como estelar zanahoria.
Su sonoro período, verde y lueñe,
ciérnese junto al primer punto, el punto inicial

del Edén, junto a la curva luna nueva.
Véte, fantasma de mis padres,  fantasma nuestro, de
nuestros sueños primeros, en estas sábanas
que claman nuestro origen y nuestro fin
a la tierra de nunca, de multicolores ruedas

de alfabetos prístinos y de mugientes
vacas que lindan lunas tan nuevas como la cúspide
capital hacia donde va nuestro viaje.
Adiós, adiós, buen día, hasta más ver,
oh guardián del Grial profano, del soñador cráneo.

Fuente: Plath, Sylvia, Antología, Madrid, Ed. Visor Libros, 2003.

Sylvia Plath  nació en  Boston el 27 de octubre de 1932 y  murió, por propia voluntad,  en Londres, el 11 de febrero de 1963.

No sé si cabe. Un comentario, digo. A través de su lectura encontré las luces y las  sombras de una vida que conoció de cerca el dolor y también la exultante alegría de buscar en las palabras, en la imágenes sonoras, salvajes, plenas de lucidez y de oscuros presagios, la desafiante energía que hace falta para decir en un poema aquí estoy con mi carga de pesadumbre a cuestas, pero también con la certeza de mi vocación, más allá de cualquier designio, de cualquier marca lacerante. Una voz con la característica fulmínea del rayo, que restalla e ilumina. Padeció estados depresivos, internaciones psiquiátricas, inclinaciones suicidas.  En su poesía se halla la más  cabal razón de pervivencia,  el fulgor de una creación absolutamente personal,   perturbadora e ineludible.

jueves, 17 de noviembre de 2011

EL OJO Y EL ALMA DE UN/A ESCRITOR/A

Para ser escritor o escritora no hace falta solamente ponerse a escribir. Escribir es la forma de darle cauce a un modo de pensar y de ver. La persona apática no podría tener esa preferencia, tampoco el insensible, ni el que carece de curiosidad, ni el conformista o desapasionado. Porque escribir comienza mucho antes que escribir. Comienza en una vaga sensación, en  una especie de inestabilidad a la que nadie, ni siquiera un médico podría  encuadrar  dentro de posibles sintomatologías.
El ojo de quien escribe capta los gestos más imperceptibles, las miradas más evasivas, el modo de estar o de no estar de quienes lo rodean, la apertura o el sostenimiento de un diálogo, los puntos suspensivos que se dibujan después de una presencia. Pero el ojo no delimita. No es un ojo figurativo ni, mucho menos asertivo, sino impresionista. Lo que se recorta sobre una superficie es sólo un recorte porque más allá del sentido de la vista existe ese otro ojo interior que es la intuición. El escritor sospecha. Sospecha hasta de su propia mano corriendo por el teclado. Sabe o atisba que la materia con que trabaja es cambiante e inaprensible . Sin ser psicólogo indaga en las conductas. Sin ser sociólogo estudia el entramado social. Sin ser arqueólogo rebusca entre osificaciones. Sin ser antropólogo espía en los secretos de las tribus. Todo  en  uno.
¿Cómo es el alma de quien escribe? Diversa y oscura como un pozo sin fin. Ya que el alma está en el extremo del ojo. Y  sobre un ojo en permanente actitud de alerta, poco y nada   cabría afirmar. La escritura es una construcción hecha a base de tiempo. Lo que hoy es un borrón mañana podría convertirse en letra viva o letra muerta, según el empeño con que se trate de leer en esa mancha de tinta o según la mancha se eleve o no  al rango de  matriz indispensable. Y mientras tanto  la mente va y viene, incansable, obsesiva.
Inspiración suena a romanticismo. Es un término  con connotaciones casi diría sobrenaturales que, si bien no deja de encajar en un mundo donde la virtualidad lo ha  pasado a reemplazar, no me parece del todo convincente.  Hay un trabajo previo de la mirada unida fuertemente al olfato y un trabajo posterior de armado del rompecabezas. Entre esas dos instancias un destello, una chispa,  o tan solo  un ascua puede encender la hoguera en que el texto arderá, pudiendo a veces abras/zar a quien lo engendra.

lunes, 7 de noviembre de 2011

POESÍA Y LOCURA

Canto del cisne

Demencia:
el camino más alto y más desierto.

Oficios de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.

Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.

Se erizan los cabellos del espanto.

La mucha luz alaba su inocencia.

El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.

Cuerdas de los silencios más eternos.

Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.

¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?

Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.

¡Piedad!

Fuente: Fijman, Jacobo, Obra poética I: Molino rojo. Hecho de estampas, Buenos Aires, Editorial Leviatan, 1998.

Carta a los directores de los asilos de locos (frag.)

  Afirmamos que gran parte de sus internados –completamente locos según la definición oficial- están también recluidos arbitrariamente. Y no podemos admitir que se impida el libre desenvolvimiento de un delirio, tan legítimo y lógico como cualquier otra serie de ideas y de actos humanos. La represión de las reacciones antisociales es tan quimérica como inaceptable en principio. Todos los actos individuales son antisociales. Los locos son las víctimas individuales por excelencia de la dictadura social. Y en nombre de esa individualidad, que es patrimonio del hombre, reclamamos la libertad de esos galeotes de la sensibilidad, ya que no está dentro de las facultades de la ley el condenar a encierro a todos aquellos que piensan y obran.
   Sin insistir en el carácter verdaderamente genial de las manifestaciones de ciertos locos, en la medida de nuestra aptitud para estimarlas, afirmamos la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad y de todos los actos que de ella se derivan.

   Esperamos que mañana por la mañana, a la hora de la visita médica, recuerden esto, cuando traten de conversar sin léxico con esos hombres sobre los cuales –reconózcanlo- solo tienen la superioridad que da la fuerza.

Fuente: Artaud, Antonin, Carta a los poderes, Buenos Aires, Editorial Argonauta, 1988.

Una aproximación a Artaud (frag.)

Artaud sugiere la existencia de una afinidad natural entre genio y locura en un sentido mucho más preciso del que daban los románticos. Pero, aún denunciando a la sociedad que aprisiona a los locos y afirmando que la locura es el signo exterior de un profundo exilio espiritual, Artaud nunca sugiere que haya algo liberador en perder la razón.
(…)
Acaso los locos conozcan de tal manera la verdad, que la sociedad se venga de esos videntes proscribiéndolos. Pero estar loco también es un dolor interminable, un estado que hay que trascender, y es este dolor el que Artaud expresa imponiéndolo a sus lectores.

Fuente: Sontang, Susan, Bajo el signo de Saturno, Buenos Aires, Ediciones Debolsillo, 2007.