En el prólogo de la edición citada, Eduardo Rinesi afirma: “Lisandro de la Torre corre los límites de la conciencia de su clase hasta donde muy pocos miembros de su clase estaban dispuestos a acompañarlo, y –por supuesto- fracasa. Su suicidio es al mismo tiempo la constatación de ese fracaso y la verificación de su integridad y su estatura moral.”
(…)
“…lo que hace el trágico final de los personajes históricos que Viñas elige como héroes de sus piezas es ilustrar una idea que el autor de Literatura argentina y realidad política suele repetir bajo la forma de una consigna tan sintética como eficaz: la que dice que cuanto mayor es la fuerza crítica de una vida y de una obra, mayor es el riesgo que se corre de sufrir las sanciones que el poder reserva a quienes osan desafiarlo. En ese sentido es posible afirmar que Lisandro, como todo el teatro de Viñas, es una obra “de tesis”, que esa tesis es una tesis al mismo tiempo teórica y política, y que esa tesis teórica y política conserva intacta, tres décadas y media después del primer estreno de la pieza, su actualidad y su interés.”
LISANDRO
Acto III. Escena sexta (frag.)
Lisandro
Parecería que las circunstancias desfavorables no han sido superadas del todo…Pero espero que mis colegas tengan un patriótico interés en ser informados detalladamente sobre algo que incluso a mí me ha confundido…De acuerdo a las pruebas de que dispongo, he llegado prima facie a algunas conclusiones que voy a poner a consideración de la Honorable Cámara …En primer lugar, los términos en que se ha redactado el tratado Roca-Runciman resultan vejatorios y humillantes para nuestra soberanía…En segundo lugar, los contratos emergentes de ese tratado atentan contra los intereses de la nacionalidad, del país y de sus habitantes…En tercer lugar…
Barra oficialista
¡Que se calle!...No lo dejen hablar a ese traidor!...¡Averigüen quiénes le pagan!...¡Vendido! (Grave desorden).
Senador
(Hace un gesto que silencia a la barra.) ¿Me permite el Señor Senador?
Lisandro
Con el mayor gusto, Señor Senador, pero cuando considere que he concluido con mi exposición…Trataré de ser breve y, sobre todo, muy, muy claro. En tercer lugar…
Ministro
¿Me permite el Señor Senador?
Lisandro
¡No le permito, Señor Ministro!
Ministro
¡Pero usted se está excediendo! Usted se pone fuera de toda regla!
Lisandro
Usted quiebra las reglas volviendo a interrumpirme. En tercer lugar, he tenido acceso a la contabilidad secreta de las empresas involucradas. Esa contabilidad doble muestra un nivel de ganancias que no coincide en absoluto con el que surge de los asientos contables exhibidos a las autoridades económicas.
Ministro
¡Usted no respeta nada, Señor Senador! ¡Su conducta no revela otra cosa que un violento y sistemático espíritu de oposición!
Lisandro
Violencia, espíritu sistemático de oposición. Bienvenidos cuando sirven para descubrir la infamia y…
(Escándalo en el recinto)
Barra oficialista
¡No le permitan eso!...¡Que dé nombres ya que habla!...¿Cuáles son las pruebas que puede exhibir?¡Que las muestre!
Lisandro
Se me reclaman nombres…Se me reclama precisión en mi denuncia…Señores, es para lograr eso que he citado en mi despacho de la Cámara a varias personas responsables que me han ofrecido datos, pruebas y sus propios testimonios.
Barra oficialista
¡Son falsos!...¡Los inventó!...¡Que los muestre!
Lisandro
Ya les voy a mostrar. Datos y pruebas que comprometen a personas a las que me resulta penoso, muy penoso tener que denunciar.
Barra oficialista
¡No te hagás el sentimental!¡Viejo loco!¡Mostrá las manos, canalla! ¡A ver cómo tenés vos las manos!
Ministro
¡Yo le exijo perentoriamente que no demore más la prueba, Señor Senador!
Lisandro
Y yo le advierto al Señor Ministro que a mí nadie, ni como senador ni como persona, me exige nada…Es mi deber lo que hago…y es a mi conciencia a la única entidad a la que le tolero exigencias…
Ministro
¡Hable menos de su conciencia, Señor Senador!
Lisandro
¡Y usted acuérdese más de la suya!
(Gente cercana al ministro empuja a Lisandro. La luz se cierra sobre ellos, en tanto el griterío se transforma en un estribillo que repiten los senadores: “Cuidáte Lisandro, resguardáte el cuero. Lisandro traidor, no jodas tan fiero. Cuidáte, Lisandro, si no ya verás. Lisandro, traidor, no provoques más.”)
Enzo
¡Cuídese! Se lo pido por favor, cuídese. ¡Le pueden hacer daño! ¡Lo van a lastimar!
Lisandro
¡El país me cuida!¡Con mis palabras acallaré a los culpables y obligaré al diálogo a los equivocados!
Enzo
¡Qué diálogo!¡El diálogo para ellos significa debilidad!¡El silencio o los gritos son su único poder!¡No saben otra cosa!¡Ya no pueden hacer otra cosa!
Lisandro
Cada palabra mía tendrá la solidez de un cascote y no van a encontrar la manera de escabullirse (Vuelve la luz y el sonido. Lisandro impone su voz). ¡Señores, señores! Los nombres que figuran en las planillas de las empresas como favorecidos con comisiones que prefiguran el delito de cohecho son los de algunos Señores Senadores…Dispongo de esos nombres, así como el de un Ministro de la Nación …
(Los senadores, como sabiendo lo que va a suceder, se tapan los oídos. Los de la barra oficialista se ponen a cubierto. Por el costado, desde atrás de Lisandro, un hombre se le acerca con un revólver en la mano. Enzo se interpone entre ambos.)
Asesino
¡Moríte, traidor!
Enzo
¡Cuidado!
(Lisandro se da vuelta apenas. El hombre dispara. Enzo cae muerto. Un silencio plomizo y brusco se desploma sobre toda la cámara. Lisandro mira atónito el cuerpo de Enzo. Los senadores comprueban el error y bajan de sus escaños. Los de la barra oficialista tratan histéricamente de sacar u ocultar el cadáver. Los senadores, para disimular su embarazo, entonan un himno fúnebre.)
Coro de senadores
“Era tan joven…/ no lo merecía./ Fue un accidente / que nadie esperaba. / Pobre, pobre hombre…/ Muerto equivocado. / Hombre inoportuno, / lo mató una bala, / lo atravesó / y era para el otro / Para eso es viejo, / para que lo maten. / Viejo inútil. /Viejo loco. /Viejo idiota. / Que se calle, / que se vaya, / que no vuelva más.
(Los senadores y la barra oficialista abandonan el recinto. Lisandro queda junto al cuerpo de Enzo.)
Escena séptima (frag.)
Lisandro
Mi querido Enzo. Hijo. Usted está muerto y yo sigo vivo. Yo, que ya no doy más. Yo, que llegué al borde. Usted tenía que seguir. Tantas cosas para seguir. Para mejorar. Usted que ya veía más que yo, terminó dando su vida por la mía. Dio lo más importante que tenía, para salvar lo menos importante que tengo yo. Porque, ¿sabe?, yo me había acostumbrado a la muerte. Hace rato que la tenía al lado. Me había familiarizado con ella. Créame, hijo, para un viejo como yo la muerte se agazapa junto a los pies como una perra mansa. Familiar…Hasta me había acostumbrado a acariciarle la cabeza: quieta, vieja. Quieta. Quédese ahí, no se mueva. Como una perra, Enzo. A veces se me metía en la cama y yo me hacía el distraído. Llegamos a conocernos de memoria. Muchas veces dormimos juntos, nos vimos el color de los ojos y nos respiramos el aliento. Teníamos un especie de pacto (Se ríe ácidamente). Habíamos quedado en que no me iba a atropellar de atrás…
Fuente: Viñas, David, Lisandro (adaptación de Villanueva Cosse). Complejo Teatral de Buenos Aires y Editorial Losada, Buenos Aires, 2006.
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La obra de Viñas nos presenta a un Lisandro de la Torre profundamente humano, despojado de las connotaciones míticas a que puede verse expuesto un personaje histórico. Defraudado por sus antiguos camaradas, esquivando la tentación de Uriburu, preso de una rétorica que lo aleja de los sectores populares, encarna, por un lado, sus propias contradicciones y, por otro la extrema tensión que implica el juego del poder. La desigualdad en este último aspecto se torna evidente en la escena de la reconstrucción cuando su discurso es tergiversado de manera grotesca.
La sincronización de dos hechos separados históricamente por siete años: el asesinato de Bordavere y el suicidio de Lisandro, pone de relieve, en el final, la altura ética del protagonista. El valor de la amistad y la fidelidad a los principios e ideales alcanzan una dimensión simbólica. Sin embargo, en ese paralelo también puede advertirse la debilidad de Lisandro, enfrentado, tal vez al injusto remordimiento de que un amigo pagara por él y la asunción de un fracaso que trascendió sus límites personales y alcanzó a la historia.