Una mañana de primavera, cerca
del mediodía, mientras la madre se iba por los rosales, ella sacó de sí, de la
blusa, un…¡colibrí! que voló enseguida y se puso sobre su cabeza, pero sin
posarse, y así iban.
Ella con el pajarillo arriba
quedaba como un santo. Le dio por andar algo, con eso dorado y verde, arriba. Hasta
cruzó las callejuelas.
Y la vio un hombre y se preguntó:
-¿Y esta muchacha bajo un picaflor? Ven que te abrazo. Espanto al pájaro aunque
sea bellísimo.
Así se hizo; ella también lo
abrazó.
Él empezó a hacer una casa al
parecer, un cantero, un lecho, plantó alhelíes, porque ella los nombró una vez.
Ella no sabía si corrían años, o
cinco minutos breves, larguísimos.
Él le pidió: -Ven adentro y baja toda
esa ropa.
Caía por fin la pálida ropa
blanca al piso.
En eso por una hendedura que allá
arriba había quedado abierta, entró el colibrí.
Ella estaba ahí, tendida y desnuda.
El colibrí buscó el pecho, el
ombligo, el sexo. Y temblaba y libaba allí.
Fuente: Di Giorgio, Marosa, Camino
de las pedrerías, Buenos Aires, Ed. El cuenco de plata, 2011.
Camino de las pedrerías tiene como subtítulo la denominación:
relatos eróticos. Podría hablarse en este caso de un panerotismo, ya que toda
la naturaleza, festiva y reluciente, está traspasada por el Eros. Su imaginación
fluyente y pródiga otorga esa pulsión a
todos los seres (humanos, plantas, animales y aún minerales) que conforman sus
escenas. La vida en toda su plenitud vibra en imágenes sorprendentes.
El libro trasunta libertad. No hay límites. No hay referencias
convencionales. Nada es lo usual, ni lo previsible. La palabra es una materia dúctil
que arracima sensaciones extrañas, asombrosas, que se crean y recrean, movidas por un constante
impulso de transformación.
Marosa di Giorgio nació en Salto- Uruguay, en 1932 y falleció en
Montevideo, en 2004.