sábado, 23 de julio de 2011
ENSAYO
Agradezco a la revista digital chilena Cinosargo la reciente publicación de mi ensayo: La palabra: un viaje a través de la noche.
martes, 19 de julio de 2011
MIS POEMAS: Una llama se agita...
Una llama se agita. En su doble apariencia el fuego
reverdece. Testigo y protagonista. Consumado en la cordial
agitación.
Consumido por el ardor. Quema y despierta. Inflama y cede
el paso al follaje. Ramifica.
El fuego se multiplica en bosques mientras los cuerpos abras/zados
florecen. Todo se ilumina.
Sobre la hierba corretean luciérnagas.
Así es como jugamos a aparecer y desaparecer.
Así es como la vida se enciende en cualquier parte.
Fuente: Antología Zapatos Rojos, 2000.
reverdece. Testigo y protagonista. Consumado en la cordial
agitación.
Consumido por el ardor. Quema y despierta. Inflama y cede
el paso al follaje. Ramifica.
El fuego se multiplica en bosques mientras los cuerpos abras/zados
florecen. Todo se ilumina.
Sobre la hierba corretean luciérnagas.
Así es como jugamos a aparecer y desaparecer.
Así es como la vida se enciende en cualquier parte.
Fuente: Antología Zapatos Rojos, 2000.
miércoles, 13 de julio de 2011
¿CUANDO SE ESCRIBE?
De noche o de día. En medio de la tranquilidad o el bullicio. Mientras se viaja o encerrado entre cuatro paredes recubiertas de aislante. Da igual. A veces se escribe cuando no se escribe. El impulso irrumpe en un momento cualquiera de la vida. Y la existencia se transforma. Surge el síndrome del cazador. El que apresa una imagen, un ademán, un fragmento de diálogo. La instantaneidad de cualquiera de esas posibilidades se transforma en una fiera al acecho. Se inicia un doble juego: perseguir al perseguidor. La circunstancia puede ser variable. Lo que importa es que el ojo ha divisado la presa y su zarpazo amenazante y a la vez atractivo desgarra nuestra cotidianeidad, nuestras rutinas, nuestro sueño, nuestra convivencia. De pronto el texto nos ronda, espía a través de los ramajes, está agazapado tras un sillón, murmura a nuestras espaldas. Oculto en una cajita que hace tiempo no destapamos, pendiendo del goteo de una canilla, en el tropiezo o la caída que provoca una baldosa floja o un desnivel de la vereda. Y es esa sensación de desequilibrio, de inestabilidad lo que mueve a las palabras, la causa de su descenso y ascenso, el vértigo con que se destraban y entretejen, el mareo que arrastra esa marea. ¿Cuándo fue? ¿Cuándo es? No hay reloj que pueda medir su hora.
sábado, 9 de julio de 2011
OCTAVIO PAZ: Himno futuro
En el Día de la Independencia, qué mejor que convocar a un poeta.
Desde la baja maleza que me ahoga, lo veo brillar, alto y serio. Arde, inmóvil, sobre la cima de de sí mismo: chopo de luz, columna de música, chorro de silencio.
Al verlo allá arriba, mi orgullo incendia haces de palabras, fragmentos de realidades, realidades en fragmentos. ¡Hojarasca, llamarada resuelta en humo! Y sobre mi fracaso se precipitan, gatos insidiosos, los razonamientos de medianoche, las sonrisillas en fila india, la jauría de risotadas. Los refranes me hacen guiños, me excomulga la cordura, los preceptos me tiran de la manga. Yo me arrisco el sombrero, levanto el cuello de mi gabán y me echo a andar. Pero no avanzo. Y mientras marco el paso, él arde allá, sobre la roca, inoído.
Sé que no basta quemar lo que ya está quemado en nosotros. Sé que no basta dar: hay que darse. Y hay que recibir. No basta ser la cumbre monda, el hueso pulido, la piedra rodada. No basta la lengua para el canto. Hay que ser la oreja, el caracol humano en donde Juan graba sus desvelos, María sus vaticinios, sus gemidos Isabel, su risa Joaquín. Lo que en nosotros solo quiere ser, no es, no será nunca. Allá, donde mi voz termina y la tuya empieza, ni solo ni acompañado, nace el canto.
Mas cuando el tiempo se desgaja del tiempo y solo es boca y grandes muelas negras, gaznate sin fondo, caída animal en un estómago animal siempre vacío, no queda sino entretener su hambre con canciones bárbaras. Cara al cielo, al borde del caer, tarareo el canto del tiempo. Al día siguiente no queda nada de esos gorgoritos. Y me digo: no es hora de cantos, sino de balbuceos. Déjame contar mis palabras, una a una: arrancadas al insomnio y ceguera, a ira y desgano, son todo lo que tengo, todo lo que tenemos.
No es tiempo. No ha llegado el Tiempo. Siempre es deshora y demasiado tarde, pensamiento sin cuerpo, cuerpo bruto. Y marco el paso, marco el paso. Pero tú, himno libre del hombre libre, tú, dura pirámide de lágrimas, llama tallada en lo alto del desvelo, brilla en la cima de la ira y canta, cántame, cántanos: pino de música, columna de luz, chopo de fuego, chorro de agua. ¡Agua, agua al fin, palabra del hombre para el hombre!
Fuente: Paz, Octavio, Libertad bajo palabra, México, Fondo de Cultura Económica, 1985. El poema pertenece a ¿Aguila o sol? (1949-1950).
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