La realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de Dios.
Es este cielo que huye.
Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.
Es esta larga mesa a la deriva
donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de
no estar.
A cada cual su copa
para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.
A cada cual su plato
para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.
Y cada dos la división del pan;
el milagro al revés, la comunión tan solo de lo imposible.
Y en medio del amor,
entre uno y otro cuerpo la caída,
algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que
vuelven desde
la eternidad,
al pulso del adiós debajo de la tierra.
La realidad, sí, la realidad:
Un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.
Fuente: Orozco,
Olga, Obra poética, Buenos Aires,
Ed. Corregidor, 1979. El poema pertenece al libro: Mutaciones de la realidad,
1979.
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