Yala, Jujuy. |
[1] Frase
extraída del cuento El mundo, una vieja caja de música que tiene que cantar,
perteneciente al libro El jactancioso y
la bella, 1972.
SOTA DE BASTOS, CABALLO DE ESPADAS (1975)
Fragmento
En una tarde oscura de agosto
marcha en retirada hacia el sur una muchedumbre de desarropados; entre la
muchedumbre también hay gente principal –la única que verdaderamente siente y
sufre el éxodo - y es la que teme más a los soldados propios que al enemigo que
viene pisándole los talones. Entre esa muchedumbre, de pie o montada, se desparraman
las tropas improvisadas, las reses que mueren de sed o caen para no levantarse
y son rematadas a golpes por sus arrieros o a tiros por los soldados. Algunos
no pueden contener el llanto o dan de alaridos, incluso hay quienes pretenden
regresar, escapando, pero entonces son perseguidos y fusilados antes de que
ninguno de los dos sacerdotes que marchan confundidos con el pueblo y la tropa
en retirada pueda acudir.
Pronto, a las cinco o seis
leguas, llega la noche, pero se ordena no encender fuegos y proseguir. Atrás
quedó la tierra deshabitada, la villa con sus viviendas vacías, las puertas y
postigos batiéndose con el viento que ha empezado a soplar. Solo unos gatos
merodean entre los pocos muebles de algunas casas y en las calles. Todos los
perros se han marchado detrás de sus dueños.
Una lechuza pesada y vieja cruza,
va y viene desde la cúpula de la iglesia matriz hasta uno de los torreones del
Cabildo. Y esta lechuza será la misma que muchos años después siga sobrevolando
el mismo espacio, contemplando el mismo cielo, cuando todo haya cambiado o
vuelto a empezar.
La vanguardia real llegó a la
villa dividida en dos columnas, una abierta de la otra a la altura de Los
molinos, tomó por el este, cruzó el río grande, de poco caudal en invierno,
cerca del cementerio indio, y la otra avanzó por el camino real para caer a la
ciudad desde los altos de Quintana. Ambas columnas avanzaron entonces para
converger sobre el centro y de galope recorrieron las calles, echando al aire
una salva de disparos en la plaza.
Alguien, que vagabundeaba por la
villa desierta los vio pasar; parado bajo el soportal de una fonda contempló a
los soldados nerviosos y cubiertos de polvo, al trote de sus cabalgaduras,
sable en mano, dando voces, hostigando a las yuntas de mulas que arrastraban
los cañones, y escuchó los clarines y vozarrones de mando. Pero, aunque pasaron
a su lado, nadie pareció verlo. Muy viejo pero ágil como muchacho, de un salto
estuvo en la calle y comenzó a deambular otra vez con un zurrón de piel muy
abultado, que le colgaba de un hombro. Caminando nuevamente por el centro de la
calle, rumbo al norte, el vagabundo cree reconocer a su paso las casas
principales, con los cuartos delanteros en su mayoría utilizados para el
expendio de aguardiente, ahora también abandonados, las puertas destrozadas
balanceándose en pedazos sobre sus
goznes, y ese espectáculo parece divertirlo; a veces se detiene unos instantes,
pero sigue su camino sin entrar. No es bueno –piensa- habitar bajo el mismo
techo con las golondrinas. Al cabo de cuatro o cinco manzanas comienzan las
quintas, divididas unas de otras por líneas de sauces y tapiales; frente a una
de ellas, un perro oscuro le sale al paso, pero a corta distancia se detiene,
encrespa el lomo y huye, gimiendo.
Al atardecer del día siguiente,
el mismo hombre está en Yala, merodeando entre las ruinas de la casa. Atraviesa
uno de los patios por debajo de un arco en cuya cumbre hay una cruz de hierro
torcida. Entra en un recinto
semidestechado, vuelve a salir a otro patio interior con un aljibe cuya
boca despide olor a podrido, y entonces llama a una puerta con suaves golpes,
seguro y cauteloso, como quien tiene cita concertada.
Nota: La narración gira en torno al tema de El Éxodo Jujeño, hecho histórico que tuvo lugar el 23 de agosto de
1812. El Ejército del Norte, al mando del General Manuel Belgrano, ante el
avance de las tropas realistas, provenientes del Alto Perú, debe emprender la
retirada hacia Tucumán, por orden del Triunvirato. Los pobladores de la ciudad de San Salvador de Jujuy, ubicada al
sur de la Quebrada
de Humahuaca, debieron abandonar el
poblado e inmediaciones. Derrotado en Huaqui, Belgrano desoye las órdenes de
regresar a Córdoba y combate victoriosamente contra los realistas en Tucumán y
Salta.
Héctor Tizón nació en Yala, Jujuy- Argentina, el 21 de octubre de 1929 y falleció en Jujuy
el 30 de julio de 2012. Hacia 1940 integró el grupo regional del NOA La Carpa y fue uno de los promotores de la revista Tarja.
Fuente: Tizón, Héctor,
Sota de bastos, caballo de espadas (novela),
Buenos Aires, CEAL, 1981.
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