ESCRIBA COMERCIANTE
Con trazos diminutos,
sobre la arcilla
blanda, como palotes, cuños cúficos,
dibujabas las
montañas y el pubis
de las mujeres que
venían
del otro lado de las
montañas;
y cereales y reses y
números indicios
de un código de
barras
y el rey Midas
y Giges, y
el escriba del rey
y tu abuelo
contaron el cereal,
tus tíos –tu padre en
el rastrojo
y sin embargo,
otro pequeño escriba
fuiste y anotaste,
desde una apariencia
más fuerte que la
verdad:
“…un oro tan refinado
tal vez
que no contiene plomo.
Unas ocas y gansos
de vivos colores (el
arco iris)
y abajo la abeja que
cuida
la miel”.
Mientras ponías un
dedo sobre tus labios,
dudando de no poder
deletrear
lo que escribías: “el
movimiento de
un libro que los
niños llaman hoy: ‘El libro Mágico’
-El sueño de los estereogramas
de
punto aleatorio de la
imagen.
Repetidos,
“pájaros, un perro,
un gato, un cisne que duerme
con la cabeza bajo el
ala.
Y por fin tu nombre,
el miedo, ese silencio,
la belleza y tu
sexo”.
Nadie supo que en el
patio
había aquilegias.
Muchas ya
cargando sus semillas
en alineados y
crocantes ruleros.
Fuente: Carrera Arturo, Potlatch, Buenos Aires,
Editora Interzona, 2004.
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