Casa de nacer
Velaba el ángel de
los nacimientos
hilando el humo de la
casa mía.
Mi madre entraba a su
fotografía
con su talle de rosa
de los vientos.
Un almanaque de los sentimientos,
envejecido por la
hipocondría,
fue la casa de nacer.
Todavía,
la luna nieva sus
encantamientos:
una pampa tendida en
las ventanas
con su herboristería
de mañanas
y un chisporrotear de
estrellerío.
¡Qué hermoso haber
nacido entre vecinos
alados por el canto y
por los vinos,
carpinteros del árbol
de amormío!
Fuente: Groppa,
Néstor, Eucalar celeste, lapacho rosa- y
otros nombres del tiempo-, S. S. de Jujuy, Ediciones Buenamontaña, 1983.
El llamado
Sube desde el ubicuo
centro
que en las plantas se
nombra como raíz u hoja
y como cerebro o
corazón en el hombre.
Sube a estallar en la
flor, en el abrazo, en la palabra:
su intensidad es su
sentido.
No importa en qué
ciudades de humo
nos alumbre el
llamado: radiantes
incendiamos los árboles,
el cielo, los sitios
en los que el hombre
y la mujer se aman.
Todos los días son entonces
un día o una noche,
todas las bocas, una
sola.
Fuente: Nicotra, Alejandro, Lugar de reunión, Buenos Aires, Ediciones Taladriz, 1981.
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