Era el corazón de mi
madre
Aquel tan-tan de las
tinieblas
Aquel tambor sobre mi
cráneo
En las membranas de la
tierra
(La lenta piragua
materna
Un ritmo de espumas
en viaje
Una seda de grandes
aguas
Donde un suave
trópico late)
Día y noche su
ceremonia
-No había día ni
había noche-
Solo un hondo país de
esponjas
Toda una tribu de
tambores
El corazón de un sol
orgánico
Un ronco sueño de
tejidos
Yo era la magia y era
el ídolo
En el fondo de las
montañas
Aquel tambor donde
golpeaban
Las galaxias y las
mareas
Aquella sangre
germinada
Por el vino de la Odisea
Vivir en un huevo de
llamas
Mezclando la tierra y
el cielo
Vivir en el centro
del mundo
Sin rostro sin odio
ni tiempo
Crecía antiguo en la
dulzura
Con astrales ojos de
musgo
Yo era un germen
lleno de estrellas
Un poder oscuro y
terrible
Tu corazón -¡oh madre
mía!-
Resonaba como el
océano
Batía sus alas
salvajes
Su insaciable tambor
de fuego
Yo te besaba en las
entrañas
Yo me dormía entre
tus sueños
En un país de rojas
plumas
Era tu carne y tu
destierro
El paraíso de tu
sangre
La gran promesa de
tus brazos
Oía al sol en su
corriente:
Tu corazón lleno de
pájaros
Aquel tambor de la
aventura
Aquel tambor de luna
viva
La tierra ardiendo
con su grito
Una vida desconocida
Afuera todo era
enemigo
Las uñas las voces el
frío
Los días las rosas
las uvas
El viento la luz el
olvido.
Fuente: Molina
Enrique, Hotel pájaro, antología, Buenos
Aires, CEDAL, 1981.
Una gaviota desafiando al océano. |
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