Cada palabra nos pone en un lugar
diferente. La persona
que convocamos con esa palabra
guarda la memoria del suceso
entre pliegues imaginarios.
Es la palabra, ahora, la que late y
se agita
como oleaje violento.
Los actos quedan detenidos en las
fotografías del pasado.
Las palabras vuelan. Se dicen y
desdicen, rutilantes.
Son la iconografía de lo que no se
ve.
El poema pertenece al libro inédito: Jardín de invierno.
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