Hombre condenado a dos escenas
atroces: la primera y la última. Espiar por el ojo de la cerradura, que es el ojo
de Dios (que nos estaba esperando) y descubrir al Otro, que también espía,
hacia atrás, hasta el fin de los tiempos.
Y todavía sufrimos por la puerta
que no nos animamos a abrir y por aquella otra que no debimos haber abierto
nunca.
Fuente: Trejo, Mario, Orgasmo y otros poemas, Buenos Aires, CEAL, 1989.
Fuente: Trejo, Mario, Orgasmo y otros poemas, Buenos Aires, CEAL, 1989.
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