viernes, 25 de mayo de 2012

KOBO ABE: Los cuentos siniestros


Cuál es la primera reacción, al menos mi primera reacción ante la lectura de estos cuentos? Mantenerme pendiente del hilo narrativo como quien camina sobre una cuerda pero sin poder dejar de hacerlo. Equilibrio versus desequilibrio. Tensión de afuera hacia adentro. ¿Cuál es la realidad que nos muestran? En apariencia:  personas y cosas de cualquier lugar del mundo. Son muy pocas las referencias a la vida y costumbres japonesas. ¿Qué efecto produce ese   conjunto de personas ,  objetos y hechos  aparentemente reales? En primer  lugar: perplejidad, extrañeza. Luego, un  torbellino de emociones bien diversas: angustia, hilaridad,   incertidumbre, agobio… Finalmente: descentramiento.
El adjetivo siniestro con que se califica a estos cuentos podría ser una ocurrencia del traductor. No conozco el idioma japonés y por lo tanto no sé si el término responde a  una traslación literal o no. En español el término siniestro conserva del vocablo latino del cual deriva  la acepción: avieso, funesto. Freud, en un artículo titulado Lo siniestro (Das Unheinliche-1919)  se refiere a los antónimos heimlich (lo familiar y confortable)-unheimlich ( lo oculto, disimulado) como términos con cierta ambivalencia. Lo siniestro marcaría  el traspaso  de lo familiar y confortable   a lo contrario. Desde su perspectiva psicoanalítica y refiriéndose a las conductas  neuróticas apunta Freud: “…todo efecto de un impulso emocional, cualquiera sea su naturaleza, es convertido por la represión en angustia, entonces es preciso que entre las formas de lo angustioso exista un grupo en el cual se pueda reconocer que esto, lo angustioso, es algo reprimido que retorna. Esta forma de angustia sería lo siniestro”.
Los cuentos de Kobo Abe  muestran esa subrepticia  transformación de lo familiar y cotidiano  en  una trabazón fantasmal  que  sobrecoge y conmociona. En ese aspecto coincide con la reflexión freudiana. Pero la sobrepasa ya que no responde al plano individual sino al  social ¿Cómo opera ese tránsito? Los personajes están deshumanizados.  Se los nombra con iniciales (K, A) o con motes de ambigua resonancia: “el ancestro” ; también por cómo los describen los otros personajes: “…Ella…aspira a ser un objeto abstracto” o bien por  nombrarlos con algún atributo chocante: “el calvo de traje negro” “el que no tenía la pierna derecha” “el que le faltaba el brazo izquierdo”.
Las situaciones expuestas son profundamente inhumanas: una empresa que se propone preparar empleados para cometer crímenes y robos (El pánico), un sector social que practica el  canibalismo con otro sector más débil socialmente (El grupo de petición anticanibalística y los tres caballeros), la violencia ejercida sobre un ancestro y la  planificación de su muerte (La casa).
La tendencia a realizar compulsivamente acciones que resultan  altamente perjudiciales para el que las ejecuta (El perro, Al borde del abismo).
La demora en el relato  que traduce la demora interna del personaje que no se decide a resolver una situación de la cual es un partícipe azaroso (La muerte ajena).
La repugnancia que generan algunas representaciones: la relación perseguido-perseguidor que se genera entre el ancestro y el dueño de casa y que tiene un efecto rebote (La casa), el muerto que se transforma en una suerte de pesadilla  tenebrosamente coloreada : “orejas marchitas”, “ nuca arrugada y mugrosa”, “dedos azules que parecían entalcados”, “uñas con puntas moradas”  (La muerte ajena).
Algunos cuentos tienen lo que podría llamarse formalmente un final abierto. La narración se corta en un punto culminante, aunque de hecho ya está sobrentendido el final. Pero la suspensión del relato nos deja como con una sensación de agujero negro. Reproduce en nuestro interior el terrible abismo al que está expuesto el personaje.
El lenguaje es despojado y   sobrio. La forma de narrar, clara y sin ningún tipo de artificio que oscurezca la comprensión de los hechos. Si bien el pasado es el tiempo  que predomina en la narración, en el cuento La muerte ajena la alternancia con subjuntivos y condicionales: “Si ahí hubiera intuido lo que ocultaba esa aparente contradicción, habría optado…”, “¿O sea que el cadáver estaría circulando de un departamento a otro?...”, muestra cómo la acción es un reflejo especular del tiempo interno del protagonista, de sus vacilaciones. Por otra parte, en El perro la narración en primera persona y en  presente enmarca el testimonio de quien  puede ver y hasta pre-ver el fatal desenlace. Y el cuento que cierra el libro: Al borde del abismo está estructurado como un monólogo en presente que muestra un desdoblamiento de las fuerzas interiores y en pugna del protagonista.
Según he leído, Abe fue un admirador de Kafka.  Su técnica lo acerca, sin duda, al escritor checo. Sin embargo los temas abordados son en algún punto distintos. La preocupación central de Kafka fue  el poder y la justicia (divina y humana), mientras que el escritor japonés, ubicado ya hacia la mitad del siglo XX, centra sus atmósferas, su sombrío entretejido de realidad y fantasía y sus paradojas  en una etapa histórica que anticipa las problemáticas de una sociedad sumida en la incertidumbre y el vacío, y enfrentada a nuevas formas de representación de la realidad. El motivo de angustia ya no es la represión neurótica, ni la culpa, sino el haberse convertido en especies de títeres, carentes por tanto de capacidad autodefensiva. El no saber qué son, ni cómo son, ni cuáles son los designios que los mueven. El estar inermes.  Los  relatos fechados  abarcan el período entre 1954-1964. El cuento El huevo de plomo, en el que un hombre es sacado de hibernación un siglo después de haber sido encerrado en una cápsula (1987-2087) da muestras de una visión del futuro bastante amarga. El célebre profesor del mundo antiguo rompe a llorar ante la perspectiva de  inserción en un mundo que le  resulta completamente ajeno. Y este cuento es, tal vez,  el que mejor plantea el hecho de que somos una construcción sostenida por un marco espacio-temporal que es también una construcción.
En este primer libro que leo de Kobo Abe  encontré una prosa más que interesante. Celebro el hallazgo. Un libro extraño y valioso como una perla.

Fuente: Abe,Kobo, Los cuentos siniestros, Buenos Aires, Eterna Cadencia Editora, 2011.








jueves, 17 de mayo de 2012

CARLOS FUENTES Y SUS PALABRAS


LA MUERTE DE ARTEMIO CRUZ (1962)
fragmento

Tú sobrevivirás: volverás a rozar las sábanas y sabrás que has sobrevivido, a pesar del tiempo y el movimiento que a cada instante acortan tu fortuna: entre la parálisis y el desenfreno está la línea de la vida: la aventura: imaginarás la seguridad mayor, jamás moverte: te imaginarás inmóvil, al resguardo del peligro, del azar, de la incertidumbre: tu quietud no detendrá al tiempo que corre sin ti, aunque tú lo inventes y midas, al tiempo que niega tu inmovilidad y te somete a su propio peligro de extinción: aventurero, medirás tu velocidad con la del tiempo:
   el tiempo que inventarás  para sobrevivir, para fingir la ilusión de una permanencia mayor sobre la tierra: el tiempo que tu cerebro creará a fuerza de percibir esa alteración de luz y tinieblas en el cuadrante del sueño; a fuerza de retener esas imágenes de la placidez amenazada por los cúmulos concentrados y negros de las nubes, el anuncio del trueno, la posteridad del rayo, la descarga turbonada de la lluvia, la aparición segura del arcoiris; a fuerza de escuchar las llamadas cíclicas de los animales en el monte; a fuerza de gritar los signos del tiempo: aullido del tiempo de la guerra, aullido del tiempo del luto, aullido del tiempo de la fiesta; a fuerza, en fin, de decir el tiempo, de hablar el tiempo, de pensar el tiempo inexistente  de un universo que no lo conoce porque nunca empezó y jamás terminará:
   no tuvo principio, no tendrá fin y no sabe que tú inventarás una medida del infinito, una reserva de razón:
   tú inventarás y medirás un tiempo que no existe,
   tú sabrás, discernirás, enjuiciarás, calcularás, imaginarás, prevendrás, acabarás por pensar lo que no tendrá otra realidad que la creada por tu cerebro, aprenderás a dominar tu violencia para dominar la de tus enemigos: aprenderás a frotar dos maderos hasta incendiarlos porque necesitarás arrojar una tea a la entrada de tu cueva y espantar a las bestias que no te distinguirán, que no diferenciarán tu carne de la carne de otras bestias y tendrás que construir mil templos, dictar mil leyes, escribir mil libros, adorar mil dioses, pintar mil cuadros, fabricar mil máquinas, dominar mil pueblos, romper mil átomos para volver a arrojar tu tea encendida a la entrada de la cueva,
   y harás eso todo porque piensas, porque habrás desarrollado una congestión nerviosa en el cerebro, una red espesa capaz de obtener información y transmitirla del frente hacia atrás: sobrevivirás, no por ser el más fuerte, sino por el azar oscuro de un universo cada vez más frío, en el que solo sobrevivirán organismos que sepan conservar la temperatura de su cuerpo frente a los cambios del medio, los que conserven esa masa nerviosa frontal y puedan predecir el peligro, buscar el alimento, organizar su movimiento y dirigir su nado en el océano redondo, proliferante, atestado de los orígenes: quedarán en el fondo del mar las especies muertas y perdidas, tus hermanas, millones de hermanas que no emergieron del agua con sus cinco estrellas contráctiles, sus cinco dedos clavados en la orilla, en la tierra firme, en las islas de la aurora: emergerás con la amiba, el reptil y el pájaro cruzados: las aves que se arrojarán de las nuevas cimas para estrellarse en los nuevos abismos, aprendiendo en el fracaso, mientras los reptiles ya vuelen y la tierra se enfríe: sobrevivirás con las aves protegidas de plumas, arropadas por la velocidad de su calor, mientras los reptiles fríos duerman, invernen y al cabo mueran y tú clavarás las pezuñas en la tierra firme, en las islas de la aurora, y sudarás como un caballo, y treparás a los árboles nuevos con su temperatura constante y descenderás con tus células cerebrales diferenciadas, tus funciones vitales automatizadas, tus constantes de hidrógeno, azúcar, calcio, agua, oxígeno: libre para pensar más allá de los sentidos inmediatos y las necesidades vitales
   descenderás con tus diez mil millones de células cerebrales, con tu pila eléctrica en la cabeza, plástico, mutable, a explorar, satisfacer tu necesidad, proponerte fines, realizarlos con el menor esfuerzo, evitar las dificultades, prever, aprender, olvidar, recordar, unir ideas, reconocer formas, sumar grados al margen dejado libre por la necesidad, restar tu voluntad a las atracciones y rechazos del medio físico, buscar las condiciones favorables, medir la realidad con el criterio de lo mínimo, desear secretamente lo máximo, no exponerte, sin embargo, a la monotonía de la frustración:
   acostumbrarte, amoldarte a las exigencias de la vida en común:
   desear: desear que tu deseo y el objeto deseado sean la misma cosa: soñar en el cumplimiento inmediato, en la identificación sin separaciones del deseo y lo deseado:
   reconocerte a ti mismo:
   reconocer a los demás y dejar que ellos te reconozcan: y saber que te opones a cada individuo, porque cada individuo es un obstáculo más para alcanzar tu deseo:
   elegirás, para sobrevivir elegirás, elegirás entre los espejos infinitos uno solo, uno solo que te reflejará irrevocablemente, que llenará de una sombra negra los demás espejos, los matarás antes de ofrecerte, una vez más, esos caminos infinitos para la elección:
   decidirás, escogerás uno de los caminos, sacrificarás los demás: te sacrificarás al escoger, dejarás de ser todos los otros hombres que pudiste haber sido, querrás que otros hombres –otro- cumpla por ti la vida que mutilaste al elegir: al elegir sí, al elegir no, al permitir que no tu deseo, idéntico a tu libertad, te señalara un laberinto sino tu interés, tu miedo, tu orgullo:
   temerás al amor, ese día:
   pero podrás recuperarlo: reposarás con los ojos cerrados, pero no dejarás de ver, no dejarás de desear, porque así harás tuya la cosa deseada:
   la memoria es el deseo satisfactorio:
   hoy que tu vida y tu destino son la misma cosa.

Carlos Fuentes nació en Panamá en 1928 y falleció en México el 15 de mayo de 2012.

Fuente: Fuentes, Carlos, La muerte de Artemio Cruz, Navarra, Salvat Editores S.A., 1971.

martes, 15 de mayo de 2012

POESÍA ARGENTINA: ALEJANDRA PIZARNIK


SE PROHÍBE MIRAR EL CÉSPED

Maniquí desnudo entre escombros. Incendiaron la vidriera, te abandonaron en posición de ángel petrificado. No invento: esto que digo es una imitación de la naturaleza, una naturaleza muerta. Hablo de mí, naturalmente.

Publicado en Sur, Buenos Aires, Nº 284, 1963. Incluido en 1972 en El deseo de la palabra, Editorial Ocnos, Barcelona, 1973.

ALEGRÍA

Algo caía en el silencio. Un sonido de mi cuerpo. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

NAUFRAGIO INCONCLUSO

Este temporal a destiempo, estas rejas en las niñas de mis ojos, esta pequeña historia de amor que se cierra como un abanico que abierto mostraba a la bella alucinada: la más desnuda del bosque en el silencio musical de los abrazos.

Publicados en Papeles de son armadans, Palma de Mayorca, año 14, Nº 145, abril de 1968.


Días en que una palabra lejana se  apodera de mí.
Voy por esos días sonámbula y transparente. La
hermosa autómata que canta, se encanta, se cuenta
casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo
y me lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su
espejo incendiado, su espera en hogueras frías, su
elemento místico, su fornicación de nombres cre-
ciendo solos en la noche pálida.

de: El árbol de Diana (1962).

EL AUSENTE

La sangre quiere sentarse.
Le han robado su razón de amor.
Ausencia desnuda.
Me deliro, me desplumo.
¿Qué diría el mundo si Dios
lo hubiera abandonado así?

De: Las aventuras perdidas (1958).

QUIEN ALUMBRA

Cuando me miras
mis ojos son llaves,
el muro tiene secretos,
mi temor palabras, poemas.
Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante.

LOS TRABAJOS Y LAS NOCHES

para reconocer en la sed mi emblema
para significar el único sueño
para no sustentarme nunca de nuevo en el amor

he sido toda ofrenda
un puro errar
de loba en el bosque
en la noche de los cuerpos

para decir la palabra inocente.

De:  Los trabajos y las noches (1965).

FRAGMENTOS PARA DOMINAR EL SILENCIO I

Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en  mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.

de: Extracción de la piedra de la locura (1968).

EL INFIERNO MUSICAL

Golpean con soles
Nada se acopla con nada aquí
Y de tanto animal muerto en el cementerio de huesos filosos
   de mi memoria
Y de tantas monjas como cuervos que se precipitan a hurgar
   entre mis piernas
La cantidad de fragmentos me desgarra
Impuro diálogo
Un proyectarse desesperado de la materia verbal
Liberada a sí misma
Naufragando en sí misma

FIGURAS DE AUSENCIA III

LA PALABRA QUE SANA

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.

de: El infierno musical (1971).

Fuente: Alejandra Pizarnik, Obras completas, Buenos Aires, Editorial Corregidor, 1990.

…”la poesía es una palabra que se escucha con audífonos invisibles apenas el poema comienza a ejercer su encantamiento.”
                                                              Julio Cortázar

¿Cómo cantar en medio de la oscuridad? ¿Cómo desmigar el silencio, repartirlo y enhebrarlo a la música? ¿Cómo volver de la muerte, acaso del infierno, con la lucidez de los alucinados? Alejandra Pizarnik tuvo el privilegio de poder hacerlo. Privilegio doloroso y oscuro. Su voz erró entre las sombras como una melodía hecha de  resplandores facetados, reflejantes, en los que a cada  momento resuena  un grito, un trueno, algún timbal terrorífico.   Su mirada, casi de abismo, atraviesa secretamente los ojos de quienes se encuentran con ella del otro lado de sus páginas. Alejandra imanta con su luz el tiempo que ha quedado en el fondo de las cosas, en el jardín de la inocencia y aún en esa primavera que toda muerte proclama. La primavera del gran salto. Del supremo desliz, cuando no hay flores ni pájaros, ni ramas, ni discursos de despedida, sino estrellas  llorosas como niñas privadas de algún juguete mágico. Desolada escribe y clava sus versos sobre una pizarra. La noche es esa pizarra  que ha bajado hasta aquí, por obra y gracia de una pantalla encendida.
Los audífonos invisibles de los que habla Cortázar multiplican en este caso el poder  con que la imaginación salta al vacío y vuelve a nacer con la claridad de una aurora prodigiosa.