jueves, 28 de mayo de 2015

MIS POEMAS: ¿Una noticia puede convertirse en poema?

Noticia que al ser leída se transforma en… ¿poema?
La lengua desentierra. En esta ocasión: un abrazo.
Ellos han estado por más de cincuenta años abrazados.
En principio arropándose, compartiendo el aliento.
La suave exhalación que emana de la boca del recién nacido.
El hálito vital; ese viento ligero, levísimo
que los frutos empujan hacia la arborescencia.
Con los brazos entregados y los cuerpos henchidos de estupor,
habrán imaginado que uno sería para el otro una manta,
un cobertor piadoso.
Y luego habrán atravesado
la palabra esteparia,
la médula del silencio.
Y deslizándose el uno en el otro
se habrán encontrado en el extravío.
Toda la vida, más allá de las  elevadas cumbres,
del otro lado de riscosas laderas.
Ajena, ya. De otros. Del pasado.
Del vértigo que ha llegado a su fin.
Descenso.
Hacia la oscuridad de lo que ni siquiera es requerido.
Nadie supo de ellos.
Nadie alcanzó a encontrarlos.
El uno junto al otro fueron toda la humanidad que les quedaba.
Un alud hizo girar a ese trompo sin vida
hacia el hondón del abrazo.
El tutelar abrazo de dos seres que a cada instante iban perdiendo la luz.
Las heladas construyeron un túmulo.

Después de más de cincuenta años
sus huesos trizados por vendavales y tinieblas
despiertan en la memoria de los hombres
una imagen que es casi una señal. El abrazo que todos nos debemos.
La confraternidad ante  la niebla o la nevisca.
O ante el frío prosaico
con el que nos expulsan los barrancos,
las fortuitas tenazas de las cimas,
la caída fatal e inescrutable.
La soledad que nos estrecha y latido a latido
nos devuelve a la unidad que fuimos – y seremos-
en la altura invencible de la  Nada.




El poema está basado en una noticia aparecida el 05-03-2015, la cual se refiere al hallazgo de los cuerpos de  dos montañistas desaparecidos el 2 de noviembre de 1959 en la ladera oeste del Citlaltepetl, pico más alto de Orizaba-México (5270 m.).


 
  





sábado, 23 de mayo de 2015

LA VISIÓN Y LA MISIÓN DE LOS INTELECTUALES

El diccionario de la RAE da tres acepciones para el término intelectual: 1) Perteneciente o relativo al entendimiento. 2) Espiritual o sin cuerpo. 3) Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias o las letras. El título de esta nota refiere a la acepción sustantivada, o sea a la persona que hace trabajar su intelecto y tiene por objetivo movilizar el entendimiento del prójimo. Pero también, por insoslayable correspondencia,  a los otros dos significados.
Al intelectual le compete leer e interpretar signos. Signos que componen la trama textual de libros, pero también de cualquier manifestación de la cultura y la sociedad que los produce. La suya es una tarea que implica un esfuerzo de reflexión y también un ejercicio de responsabilidad. El intelectual puede o no tener una posición de prestigio dentro del engranaje que moviliza a la comunidad. Esto depende de muchos  factores. Factores que   se  relacionan con su propio accionar o  que derivan de  circunstancias ajenas a él.  
Siempre he   considerado que la inteligencia es un don valioso y que los actos que provienen de ella deberían responder a la mayor libertad posible, interior y exterior y también al  empeño constante e intenso   con que se la usa. Las capacidades intelectuales, lamentablemente, no son un bien masivo. Por un lado, no todos nacemos con una mente brillante. Por otro,  todas las mentes necesitan de estímulos. Los que hemos pasado por la docencia sabemos que la posibilidad de acceso a una real educación (no a  un simulacro de ella) es el medio más efectivo para el desarrollo intelectual de cualquier persona. También lo es una buena alimentación y un entorno que favorezca las capacidades de cada individuo. Por lo tanto,  la persona que goza de la    facultad de leer comprensivamente, de un ámbito apropiado para el ejercicio reflexivo y del respaldo monetario para acceder a los medios de conocimiento, puede considerase un ser privilegiado. Su posicionamiento social es bien diferente del posicionamiento de quienes carecen de tales favores del destino. Algunos intelectuales ostentan ese privilegio y sacan partido de él sin reparar en que  ese bien está expuesto a los mismos avatares que cualquier otro bien terrenal, y sin la responsable gratitud que debieran demostrar por  poder usufructuar de un don  con el que no cuentan muchos de sus conciudadanos.

En todas las épocas y países ha habido intelectuales, que se han puesto al servicio de un régimen, partido o movimiento político. Tener ideología e incluso mostrar una preferencia política es inevitable para un intelectual. Precisamente porque su trabajo le exige lecturas constantes e incisivas no solo de libros sino también de postulados científicos y  del conjunto del hacer social. Pero ello no implica estar al servicio de.  Su capacidad intelectual y la influencia que con ella alcanzan no pueden estar sujetas a más designios que la honestidad de sus principios. Y la expresión honestidad no solo apunta a una  abstracción ética, sino al hecho concreto  de que ésta provenga de una suerte de debate interno y no a una imposición dogmática. Al respecto me parece interesante lo que dice Santiago Kovadloff en su ensayo Un tiempo de dilemas: “Quisiera, finalmente, referirme al que considero uno de los deberes primordiales del intelectual  en un marco sociopolítico como el latinoamericano. Creo que una de la enfermedades espirituales que sigue padeciendo la vida política continental es el autoritarismo, la arraigada intolerancia al debate, la repugnancia y el horror ante el valor relativo que pudieran revestir nuestras convicciones y, en consecuencia, la necesidad de concebir toda instancia alternativa a la nuestra como una hostilidad, un peligro, una amenaza mortal.”
Sabido es que la influencia de un intelectual en las mentes indoctas no es directa. Nadie accede a un determinado tipo de lecturas por obra y gracia del azar. Y muy pocos tienen la posibilidad de cotejar diferentes fuentes. “La auténticas preguntas, tan inusuales como decisivas, son aquellas que se desvelan por dar vida a lo que todavía no la tiene; aquellas que aspiran a aferrar lo que por el momento es inasible; aquellas que se inquietan por construir el conocimiento en lugar de adquirirlo hecho.”, apunta Kovadloff en otro de los ensayos del mismo libro,[1] titulado Qué significa preguntar.
De allí emana la exigencia de responsabilidad que cabe a todo trabajador del intelecto. Abrir el pensamiento a diferentes perspectivas, favorecer el diálogo cultural y permitir que cada ser humano, de acuerdo a sus propias perspectivas, elija libremente cómo ponerse de pie frente al mundo, es la tarea más enaltecedora que puede realizar un intelectual. Y es la devolución que  debiera hacer a una sociedad, que con todas sus desigualdades e irregularidades, le permitió a él,  mimado erudito, alcanzar un estatus de conocimiento que supera al de la media de la población y está, supuestamente, muy por encima de quienes mínimamente deben luchar cada día por la subsistencia.


[1] Kovadloff, Santiago, La nueva ignorancia, Buenos Aires, Emecé Editores, 2001.

sábado, 9 de mayo de 2015

GEORG TRAKL: sensibilidad cautivada por los poderes nocturnos

HUMANIDAD

Humanidad formada ante volcanes,
redoble del tambor, oscuras frentes de guerreros,
pasos entre vahos de sangre, el negro hierro suena.
Desesperación, la noche en afligidas mentes:
aquí la sombra de Eva, la caza y el rojo dinero.
Nubes, la luz irrumpe, la Última Cena.
En pan y vino mora un dulce silencio.
Y doce es el número de aquellos reunidos.
De noche gritan en sueños bajo los olivos;
Santo Tomás hunde la mano en el sagrado estigma.

LA NOCHE

A ti te canto, salvaje abismo
en la tormenta de la noche
de montañas apiladas;
torres grises
desbordantes de gestos infernales,
fogosos animales,
ásperos helechos, pinos,
cristalinas flores.
Tormento infinito,
que tú atraparas
el manso espíritu de Dios,
gimiendo en la cascada.
En ondulantes pinos.

Áureas arden las hogueras
alrededor de los pueblos.
Sobre riscos negruscos
ebrio de muerte se precipita
el ardiente huracán,
la onda azul
del ventisquero,
y resuena
poderosa en el valle de la campana:
llamas, blasfemias
y los oscuros
juegos de la lujuria.
Asalta el cielo
una cabeza de piedra.

Fuente: Trakl, Georg, Obra poética, Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1992. Traducción: Rodolfo Modern. El poema Humanidad pertenece al libro: De profundis. El poema La noche pertenece al libro: Canción del solitario.