jueves, 26 de enero de 2012

RENEÉ MAGRITTE: Pintando poéticamente


Crear no significa necesariamente buscar la aceptación. Magritte lo tenía claro. Por eso pudo hacer poesía a través de sus cuadros.
Cuando era niño, me gustaba mucho jugar con una niña pequeña en un viejo cementerio abandonado de una pequeña ciudad de provincia. Visitábamos las criptas, a las que entrábamos levantando unas pesadas puertas de hierro, y salíamos de nuevo a la luz en un punto donde un pintor venido de la capital pintaba en una de las avenidas del cementerio, sitio muy pintoresco, con sus columnas de piedra rotas, dispersas por entre las hojas caídas. El arte de pintar me parecía entonces algo vagamente mágico, y el pintor un ser dotado por poderes superiores. Desgraciadamente después tuve que aprender que la pintura tenía muy poco que ver con la vida inmediata y que toda tentativa de liberación  siempre había sido escarnecida por el público: el Angelus de Millet produjo un escándalo en su época; se acusó al pintor  de insultar a los campesinos por representarlos de esa manera. Quiso destruirse la Olympia de Manet, y los críticos reprocharon a este pintor el mostrar a las mujeres fragmentadas en trozos, porque de una mujer colocada detrás de una barra solo mostraba el busto, quedando oculto el resto. En vida de Courbet, se daba por hecho que era un hombre de pésimo gusto, puesto que no tenía empacho en exhibir su falta de talento. Asimismo, vi que existían infinitos ejemplos de este tipo y que se extendían a todos los dominios del pensamiento. En cuanto a los artistas, la mayoría renunciaba fácilmente a su libertad y ponía su arte al servicio de cualquier cosa o cualquier persona. Sus preocupaciones y sus ambiciones  son, por lo general, las mismas que las de cualquier advenedizo. Así, pues, fui ganando una desconfianza absoluta hacia el arte y los artistas, sea que estuviesen consagrados o que aspirasen a estarlo, y consideré que no tenía nada en común con esa institución. Yo tenía mi propio punto de apoyo: la magia del arte que conocí en la infancia.En 1915, traté de recobrar la posición que me permitiese ver el mundo de otra manera que la que se me quería imponer. Era dueño de una cierta técnica pictórica, y en la soledad intenté hacer algunas obras completamente diferentes de todo lo que conocía en pintura. Experimenté los placeres de la libertad pintando imágenes opuestas a toda convención. Entonces, una singular casualidad quiso que alguien llamase mi atención, con una sonrisa de conmiseración y la intención imbécil de hacerme una mala jugada, sobre un catálogo de una exposición de cuadros futuristas. Tenía ante los ojos un poderoso desafío lanzado contra el sentido común, tan aburrido para mí. Se trataba de la misma luz que encontraba al salir de los pasillos subterráneos del viejo cementerio en el que, de niño, jugaba durante las vacaciones.
 

Fragmento de una conferencia  de Reneé Magritte  en 1938.
Fuente: Paquet, Marcel: Reneé Magritte. El pensamiento visible. Ed. Benedikt Taschen, Bonn, 1994.

sábado, 21 de enero de 2012

CÉSAR VALLEJO: Un hombre pasa con un pan al hombro...

Un hombre pasa con un pan al hombro.
¿Voy a escribir después sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo.
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano.
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando un brazo a un niño.
¿Voy después a leer a André Breton?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre.
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras.
¿Cómo escribir después del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza.
¿Innovar luego el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente.
¿Hablar después de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance.
¿Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda.
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va en un entierro sollozando.
¿Cómo luego ingresar a la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina.
¿Con qué valor hablar del más allá?

Alguien pasa contando con sus dedos.
¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?

Fuente: Vallejo, César, Poemas humanos, Buenos Aires, Editorial Losada, 1982.

MIS POEMAS: a César Vallejo

Alguien que se desborda y se desmiga, que golpea y es golpeado.
Alguien que sacudió ramas con su voz de diluvio.
Alguien que escuchó el crepitar de sus huesos como si fueran ecos de otras voces.
Alguien que de tanto horadar en los sentidos halló la sensación del semillero.
Alguien que dijo: ¿cómo hablar del no-yo sin dar un grito?
¿Cómo hablar de un pronombre indefinido sin ver la opacidad de su aislamiento?
Sentir es dar acaso con nombres innombrados, pervivencias de la desolación o la intemperie, piedras de lejano fulgor, tallos quebrados en medio de una tormenta donde arrecian los vientos del olvido.

Era un jueves y la llovizna intensa lo humedecía por dentro.
El se despojaba de sus señas rituales para encontrarse luego con ese otro que deambulaba por calles de París. Y sus manos, infatigablemente laboriosas, eran dos alas que empujaban el cielo hacia otra parte.
Estaba allí pero no estaba allí, sino en todo sitio donde hubiera que hurgar en las palabras para encontrar el término preciso con que la luz da forma a lo animado. Porque todas las voces del idioma le resultaban pocas cuando se trataba de inventar una manera de reescribir lo que en el fondo de las sensaciones ha quedado dormido o detenido.
Ese jueves se convirtió en el aguacero más intenso que humedeció la América española y le dio fluidez a sus inviernos. Y “murió de un abrazo” y resucitó de entre los vivos y fue una música terrestre aunque no terrenal.
No tuvo un nombre sino muchos como lo dieron a entender sus poemas donde lo indefinido atravesó las piedras del silencio para ser lo unánime.
- Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo...- en su diario de viaje esto quería decir: estoy dentro de mí y estoy contigo.
Un pronombre refiere a otras palabras, las menos dichas, las jamás soñadas. Las que él supo encontrar mientras cruzaba el mar o en las laderas de alguna serranía de su Perú, las que ha perdido el mundo, las que a tantos parecieron extrañas o ripiosas y que él remontaría hasta las estrellas de un firmamento ubicuo.
De las reglas no quiso ni acordarse y entre sus manos cada significado  ardió como una brasa. Dio en la pluralidad el golpe exacto con que el pronombre se convierte en nombre.
-Alguienes- él diría con sonrisa de aborigen que atraviesa la tierra por un túnel donde la vida grita inmensamente.


 Del poemario: Homenajes.

domingo, 8 de enero de 2012

ANA EMILIA LAHITTE: Lugar de mí...

Lugar de mí.
Entraña y universo.
Nudo de tiempo y sangre
avasallada.

¿Concebiste en amor
                                                        esta condena?

¿Quisiste ser mi madre,
eres madre
del ser que yo aventuro,
que desnudo
en soledad de dioses
y alimañas?

No te agradezco, sufro
tu vigencia de sombras consumadas.
Padezco tu despojo
al atribuirme tiempo
                                                       de lo humano
hambre y sed, esperanza y horizonte
para que prosigamos desangrándonos.

Fuente: Poemas elegidos por María Elena Walsh a la madre, Buenos Aires, Editorial Colihue, 2001. El  texto pertenece al libro: Poema con universo.