lunes, 24 de marzo de 2014

ESPLENDOR SOLAR EN UN POEMA DE EUGENIO MONTALE

LOS LIMONES

Óyeme, los poetas laureados
se mueven solamente entre plantas
de nombres poco usados: boj, ligustros o acantos.
Yo, para mí, amo las sendas que conducen
a las herbosas zanjas donde en charcos
casi secos acechan los muchachos
alguna enjuta anguila:
los senderos que siguen los ribazos,
bajan entre el penacho de las cañas
y llevan a los huertos, entre los limoneros.

Mejor si la algazara de los pájaros
se apaga devorada por el cielo:
más nítido se escucha el susurrar
de las ramas amigas al aire casi inmóvil,
y las sensaciones de este olor
que no sabe separarse del suelo
rociando el corazón de una dulzura inquieta.

Aquí de las pasiones desviadas,
calla la guerra, por milagro,
aquí también a los pobres nos toca nuestra parte
de riqueza
y es el olor de los limones.

Mira, en estos silencios en que las cosas
se abandonan y parecen muy próximas
a traicionar su último secreto,
a veces esperamos
descubrir un error de la Naturaleza,
el punto muerto del mundo, el eslabón perdido,
el hilo que al desenredarlo finalmente nos ponga
en el centro de una verdad.
La mirada sondea a su alrededor,
la mente indaga, concuerda, desune
en el perfume que se propaga
cuando más languidece el día.
Son los silencios en los que se ve
en cada sombra humana que se aleja
alguna perturbada Divinidad.

Mas desfallece la ilusión y el tiempo nos devuelve
a las ciudades rumorosas donde el azul se muestra
solamente a retazos, en lo alto, entre molduras.
Después, la lluvia cansa el suelo; se espesa
el tedio del invierno sobre las casas,
la luz se torna avara, amarga el alma.
Hasta que un día, a través de un portón mal
cerrado,
entre los árboles de un patio
se nos aparece el amarillo de los limones,
y se deshiela el corazón,
y retumban en nuestro pecho
sus canciones
las trompas de oro del esplendor solar.

                                                                  (1921)



Fuente: Eugenio Montale, Antología. Selección y traducción de Horacio Armani. Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1971. El poema pertenece al libro: Ossi di seppia, 1925.

miércoles, 19 de marzo de 2014

VACACIONES BLOGERAS

Hace ya tiempo que no entro al blog. Me tomé vacaciones...

Han pasado cosas en este ínterin. Entre otras: me mudé y ahora  a través de la ventana de mi escritorio se inmiscuye un jardín, medio salvaje. Estoy un poco más en contacto con la naturaleza. Y la naturaleza es tan sorprendente, tan fecunda y prodigiosa que me ha provocado una especie de necesidad de desintoxicación de la tecnología. La pantalla cansa. Y los contenidos que provienen de ella (y de los medios en general) resultan  a  menudo abrumadores. Y no es cuestión de quererse mantener a salvo de los vapuleos con que la realidad marca su constante tránsito, sino de no dejarse invadir por el fárrago   con el que las redes nos enredan.

No me he decidido a dar de baja el blog. Estoy encariñada con él. Pero el cambio de situación ha dado paso a otras perspectivas. A un encuentro distinto con las lecturas y también a una revisión de mi enfoque de la escritura. Necesitaba esta pausa y espero que de ella, y de este encuentro con lo primario  de la tierra y su fertilidad surjan nuevos impulsos creadores. Es un deseo, y como tal, está sujeto al azar de la circunstancia y a las posibilidades que la   energía imprima a mi trayecto.

Próximamente un poema de Eugenio Montale, que tiene un poco que ver con esto.