sábado, 21 de enero de 2012

MIS POEMAS: a César Vallejo

Alguien que se desborda y se desmiga, que golpea y es golpeado.
Alguien que sacudió ramas con su voz de diluvio.
Alguien que escuchó el crepitar de sus huesos como si fueran ecos de otras voces.
Alguien que de tanto horadar en los sentidos halló la sensación del semillero.
Alguien que dijo: ¿cómo hablar del no-yo sin dar un grito?
¿Cómo hablar de un pronombre indefinido sin ver la opacidad de su aislamiento?
Sentir es dar acaso con nombres innombrados, pervivencias de la desolación o la intemperie, piedras de lejano fulgor, tallos quebrados en medio de una tormenta donde arrecian los vientos del olvido.

Era un jueves y la llovizna intensa lo humedecía por dentro.
El se despojaba de sus señas rituales para encontrarse luego con ese otro que deambulaba por calles de París. Y sus manos, infatigablemente laboriosas, eran dos alas que empujaban el cielo hacia otra parte.
Estaba allí pero no estaba allí, sino en todo sitio donde hubiera que hurgar en las palabras para encontrar el término preciso con que la luz da forma a lo animado. Porque todas las voces del idioma le resultaban pocas cuando se trataba de inventar una manera de reescribir lo que en el fondo de las sensaciones ha quedado dormido o detenido.
Ese jueves se convirtió en el aguacero más intenso que humedeció la América española y le dio fluidez a sus inviernos. Y “murió de un abrazo” y resucitó de entre los vivos y fue una música terrestre aunque no terrenal.
No tuvo un nombre sino muchos como lo dieron a entender sus poemas donde lo indefinido atravesó las piedras del silencio para ser lo unánime.
- Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo...- en su diario de viaje esto quería decir: estoy dentro de mí y estoy contigo.
Un pronombre refiere a otras palabras, las menos dichas, las jamás soñadas. Las que él supo encontrar mientras cruzaba el mar o en las laderas de alguna serranía de su Perú, las que ha perdido el mundo, las que a tantos parecieron extrañas o ripiosas y que él remontaría hasta las estrellas de un firmamento ubicuo.
De las reglas no quiso ni acordarse y entre sus manos cada significado  ardió como una brasa. Dio en la pluralidad el golpe exacto con que el pronombre se convierte en nombre.
-Alguienes- él diría con sonrisa de aborigen que atraviesa la tierra por un túnel donde la vida grita inmensamente.


 Del poemario: Homenajes.

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