jueves, 26 de mayo de 2016

NOEMÍ ULLA: narradora y ensayista

ULLA, NARRADORA

Estoy con una mujer con la que hablamos de un trabajo por hacer. Poco a poco nos vamos metiendo en el futuro y cada una apunta lo que le parece de mayor interés o lo más original. No es el primer trabajo que hacemos juntas y esa historia compartida, de a ratos nos alucina. Un hombre mayor está sentado a una mesa cercana y me mira con insistencia. Me doy cuenta de que he visto caminar a ese hombre en otro lugar y en otra ciudad, entrar o salir de un de un sitio relacionado con los libros o la enseñanza. Todo esto pasa con mucha rapidez por mi memoria, que tampoco acierta a retener el instante en que el hombre entra o sale, el lugar en que se da esa escena, la ciudad en que eso sucede. Entre las palabras de mi compañera van y vienen en mí diversos hombres que son el mismo, una misma actitud de saludo y una galería muy grande. Entonces me decido y lo saludo allí, sabiendo que he tomado yo la iniciativa y sintiéndome ligeramente incómoda por lo mismo: por los hábitos de gente mayor que, ese hombre con seguridad arrastra, eso y el prejuicio respecto del saludo a desconocidos. Pero ya está hecho y pienso que he visto a ese hombre en otra ciudad, que debe ser el mismo que este gobierno ha nombrado en un cargo importante, ya que en las cercanías de donde mi compañera trabaja, y que es la zona donde estamos ahora, hay un edificio oficial.
Vuelven otras imágenes, siguen los proyectos con mi compañera. Ella se entusiasma y quiere que empecemos a trabajar cuanto antes. El hombre se levanta y viene hasta nuestra mesa, pero en ese momento mi compañera también se levanta y quedo sola. Él me dice “cómo le va”, ya antes de que yo, busque su cara en el pasado, agrega: “Nos conocemos de la José Mármol". Lo demás intercambios de rutina, porque nos conocíamos de vista, de cruzarnos en la biblioteca que él ahora mencionaba. Un encuentro burocrático y un hombre derrumbado: ni de otra ciudad ni de alto cargo. Hombre descubierto que degradó la memoria. Otra magdalena, y otra metáfora que por él juntó dos ciudades y la misma obstinación que ambos habíamos compartido en una biblioteca de esta ciudad.

Fuente: Ulla, Noemí, Nereidas al desnudo, Francia, Edición bilingüe de la   Maison de Écrivans Étrangers et des Traducteurs de Saint Nazaire, 2006. El fragmento pertenece al cuento: Otra Viena-II.

ULLA, ENSAYISTA

En la narrativa de los años sesenta, Manuel Puig introduce un nuevo discurso literario: el de los medios radiales y cinematográficos. El énfasis de su escritura paródica descansa y se dinamiza en ellos. Si Silvina Ocampo y Julio Cortázar continuaban una tradición en la escritura rioplatense a través del discurso paródico del habla, Manuel Puig lleva la parodia a su mayor mediación: no es lenguaje que se habla en forma directa (y por lo tanto se oye en forma directa, ya no son los vecinos de Cortázar o la incursión en la casa de las modistas  de Silvina Ocampo), sino el de su mayor artificio: el lenguaje prolongado en la sonoridad de la radio.
Boquitas pintadas tiene como referente la cultura de masas y sus efectos en los sectores sociales que de ella dependen, con los diversos modelos de la masculinidad y la femineidad transmitidos en la década del cuarenta. Precisamente el carácter convencional de estos lenguajes contribuye al despliegue de un discurso alienado a ese convencionalismo, al despliegue de un discurso de fórmulas, notorio en Nené o Juan Carlos, en Celina o Mabel, en la Raba o el Pancho. En este texto, el narrador no trata de borrar su  presencia, con un protagonista sobre cuyo discurso transparente impone cada tanto su opacidad (como en El hombre de la esquina rosada de Jorge Luis Borges, Torito de Cortázar o Las fotografías de Silvina Ocampo) en Boquitas pintadas el narrador borra totalmente su voz ante una pluralidad de discursos que se entrecruzan, ante una polifonía.  Parecería que el autor construye una novela de citas donde el exceso es el lugar común; éste opera como encubridor de un no dicho que mueve la tragedia de esas vidas. La novela hecha de citas, encubre la condición trágica de los personajes, llamando a la recepción del lector: éste debe interpretar más allá de la cita, la ironía que el autor ejerce al citar.
Nuevo lector para el Puig de Boquitas pintadas, el “lector culto” de Harald Weinrich o el “lector modelo” de Umberto Eco, lector del que se descuenta su cooperación textual. De otra manera que Cortázar, Manuel Puig logra con la parodia un efecto irónico más acentuado. En los discursos paródicos de los cuentos de Cortázar, la función ideológica de la parodia nos orienta persuasivamente a participar de la burla y la ironía. En Boquitas pintadas ninguna intervención directa del narrador advierte al lector que se cita a alguien, que se parodia,  pero tampoco es posible dejar de lado la ironía que acompaña al texto  por un marco fundamental: la cronología. La fecha en que las citas discurren, los años en que los hechos suceden, son un indicio para el lector y su colaboración. El sentido trágico aparece más tarde, cuando el ruido de esos discursos entrecruzados se apaga; pero en tanto la novela sucede, la lejanía de las noticias, las modas –tan vulnerables-, las reflexiones y su convención, aseguran el efecto irónico.

Fuente: Ulla, Noemí, Los años sesenta: Puig y Rozenmacher [fragmento]. En Hipótesis y discusiones Nº 5, UNBA, 1995.

Noemí Ulla nació en Santa Fe- Argentina, en 1940 y falleció en Buenos Aires, el 23 de abril de 2016. Dra en Letras (UNBA), narradora y ensayista, fue nombrada académica de número el 22 de julio de 2010.  


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