domingo, 4 de agosto de 2013

Trastocando imágenes

De un trabajo combinado entre fotos y textos surgió esto. Una especie de puesta a prueba de la tecnología y la  imaginación, la imagen y la  palabra, la mirada y su reflejo. Nada nuevo bajo el sol. Solo el inicio, el germen de algo que está en "ablande". Invito a los lectores a tejer una historia. O muchas...






Unquillo-Córdoba, 2005.
Ciego. Sin ojos que le permitan adelantarse o dar marcha atrás.  Solo coágulos de óxido. Mirada vacía. Y allí el árbol ése que se ha interpuesto    a su tren delantero, trabando el paragolpes con su tronco fuera de toda lógica.  Atado a la soledad de  la vera del camino. Tal vez algún  fauno se acomode en las noches de luna  al frente de ese    volante crucificado  por  la perpetuidad del contra/giro. Salpicaduras de barro engrosan el volumen de sus ruedas. La herrumbre invasora proclama el tormento de  su carrocería. De vidrios, ni noticias. Todas las aberturas son huecos. Interminable oquedad donde el pasado se ensimisma. Será un modelo del año 47 ó 48. ¿Cómo ha ido a parar allí? ¿De qué modo? Y entonces surge la posible historia. La descripción deja paso a la narración. Una pareja cruzaba las sierras. Iban a establecerse en la zona. Desaparecieron sin dejar rastros. Un pintor que ha pasado por  Unquillo y por la casa de Spilimbergo,  fue absorbido por su pintura y desde entonces vaga  de tela en tela, sin encontrarse a sí mismo. Un chacarero estafado, pierde su campo y demás pertenencias, incluido el auto. Lo encuentran  de rodillas ante el altar de la Capilla Buffa. O… Y el coche, sin más dueño que el misterio, ha quedado como muestra fatal  de esas u otras ausencias.

La naturaleza se hizo cargo del asunto.  Encerró al rodado para que no pudiera escapar. Lo atrapó y transformó en chatarra. Desde entonces duerme mientras la intemperie hace de las suyas. Tal vez sueñe con sus antiguos dueños: él/ella/ellos ¿succionados por la niebla, devorados por el verdor nocturno, carcomidos por la luz de un rayo?...



Colonia del Sacramento, ROU, 2013.
Del otro lado del río, un ejemplar también  de antaño. Lustroso como para un casamiento o una cita fantástica. A la espera. En una calleja de adoquines desparejos, un pequeño pasaje de una ciudad dispuesta para la añoranza. Con construcciones de estilo portugués y suspiros ululando en dirección al   río. Al borde del invierno reinventa la primavera. No por nada  su color es el  verde. Oscuro pero verde al fin. Y es que en su baúl estallan flores y hojas. Y hasta alguna mariposa merodea el colorido de los tiestos. En su interior: dos copas con sus respectivas servilletas invitan al brindis. El restaurant tienta al turismo con una propuesta insólita: almorzar, merendar o cenar dentro de un coche pasado de moda y por ello “atrayente”. Un coche viejo y nuevo al mismo tiempo. Porque florece aunque esté detenido. ¿A qué historia puede corresponder tal escenografía? Una historia de amor, de reencuentro. Un sitio exclusivo. Para snobs, para diletantes, para jóvenes que ajustan su humor al del pasado o para viejos nostalgiosos. Para la conversación o el silencio. Para el ritmo detenido de ese siempre sol. De esa tibieza extrema que acaricia el alma y los sentidos. Un lazo entre ambos vehículos: la quietud. Habiendo sido creados para  circular, los dos están quietos. En un lugar preciso y expuestos al espionaje de  una lente que los fija en su fijeza.


La naturaleza  interceptando el accionar de una mecánica que provoca la desaparición de personajes y acciones. Trama de agujeros. Y un  otro lado que invita a la animación,   al bramido ilusorio de los motores o  a la contradanza de  una caja de cambios.  En ambos casos se advierte la mano del hombre. No se la ve. Se la advierte, en el silencioso acertijo que  la materia impone a la visión o en  esa muda intencionalidad de lo que se rehace deshaciéndose.  Solo podría darse una vuelta en estos trastos con el auxilio de la imaginación, cuya  condición es tan impredecible como el accionar de cualquier dispositivo  traicionado por  la herrumbre del tiempo. Motivos… buenos motivos para poner en marcha este oficio de sombras…

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