domingo, 26 de octubre de 2014

GALERÍA DE FOTOS: MADRES

En la actualidad la imagen ha cobrado una importancia desmesurada. Pero, como todo lo que pertenece a la  creación social, su omnipresencia tiene un por qué, un cómo y un para que. La gente cuida su imagen, va al gimnasio, hace dieta, se esmera en el vestir (siguiendo la moda al pie de la letra, y sobre todo, eligiendo lo que es de marca, y si es posible tiene un logo que acredite  los sellos que están en el top de la novedad). Consumir se ha convertido en sinónimo de devorar y , al mismo tiempo, de  ser devorado. Algunos/as no satisfechos con  esos superficiales cuidados, echan mano de cirugías y otros artilugios promovidos por  la medicina estética (que se ha  transformado en un pingüe negocio). Este es un aspecto de la imagen, pero hay otros a considerar: las imágenes que impactan en la visión del desprevenido transeúnte son, en su mayoría, imágenes en movimiento. En cualquier parte: estaciones de subte, bares, sala de espera de centros médicos, peluquerías, salones de eventos,  hay televisores que disparan, a toda hora del día, imágenes cargadas de aceleración y, consecuentemente, de sinsentido. Fluyen como una catarata, sin la trabazón e ilación que es necesaria para el discernimiento o el estímulo intelectivo. Por otra parte, y eso se ve claramente en el  ámbito de la política, la imagen,  armada y retocada de mil maneras, sirve para captar adeptos, acicatear litigios, forjar nubes de humo, manipular conciencias, monopolizar o dividir, acercar o alejar. Y la última extravagancia que  ha visto la luz en materia  fotográfica es la selfie. Claro que no es una rareza o un prodigio de originalidad. En un mundo donde todo pasa rápido y sin ser realmente visto a pesar de la superabundancia de imágenes, en   el cual la comunicación se reduce a una bizarra chorrera de voces que no se escuchan y donde a cada quien no le importa demasiado del otro, la autofoto no es más que una nueva muestra del gran disparate orquestado en el teatro del mundo.  De esta nueva civilización de seres-islas emerge la punta de un  iceberg    que señala el colmo del narcisismo. Alguien mira a una cámara, como si mirara un espejo, y se imagina que ve lo mejor de sí, o lo que lo aureola de gracia o lo muestra divertido y sonriente, a pesar de…
Todas estas son formas que adquiere la representación, o sea la producción imaginaria  de un sentido que es el que la mecánica de la época impone. Imágenes que desdicen el acierto que  en su calidad signos pueden contener  gracias  a su poder visual,  a su capacidad de sugerencia, de connotación y de asociación. Y viene a mi memoria ese  notable cuento de Julio Cortázar titulado Las babas del diablo,  en el cual puede advertirse cómo a través del revelado puede revelarse -valga la redundancia- todo aquello que a simple vista no se ve. O todo lo que podría instar a  rebelarse en el caso de  haber sido percibido a tiempo. “Entre las muchas maneras de combatir la nada, -dice el narrador- una de las mejores es sacar fotografías, actividad que debería enseñarse tempranamente a los niños pues exige disciplina, educación estética, buen ojo y dedos seguros.”
La fotografía artística es, además de una muestra elocuente de pasión creadora, un excelente medio de enaltecer la imagen, de otorgarle fuerza expresiva, de iluminar aquello que  las veladuras opacan o ensombrecen, de darle voz a lo silenciado. Quien practica la fotografía como un arte sabe a cuánta distancia debe estar el foco, cuáles son las conveniencias de tal o cual  encuadre, cómo incide la luz, de qué modo destacar el plano, cómo entran en juego fondo y forma, qué aspecto del objeto o ser representado responde a su predisposición estética y ética. El fotógrafo, que aparentemente está afuera de la imagen, de hecho está presente con el ojo que ve y con el ojo que siente y presiente.
 A continuación, una muestra pequeña pero ejemplar de lo que  una disciplina artística basada en la quietud y la instantaneidad, puede llegar a decir. Aun desde el silencio más rotundo. Porque dice lo que las palabras callan y el ruido exterior se  afana en   confinar.


Madre emigrante, EEUU.
Dorothea Lange, 1936.


Refugiados en un tren, Alemania.
Henri Cartier Bresson, 1945.


Madre pidiendo limosna, Bombay-India.
Steve MacCurry,1993.


No hay comentarios:

Publicar un comentario