domingo, 29 de diciembre de 2013

DESPIDIENDO EL AÑO, DE BUEN HUMOR...



Una propuesta tentadora, pero difícil de concretar,  sobre todo en este oscuro momento. Porque  la culminación de una etapa, aunque  responda a límites convencionales, ya que el tiempo es un continuum,  incita a la melancolía y al balance de todo lo que dejamos en el camino, o nos dejó, de cuánto querríamos llegar a hacer y con qué posibilidades contamos. Por otro lado, y como también formamos parte de una circunstancia, de un momento histórico, político y social, es imposible evitar los interrogantes, las incógnitas que nos provocan tanto  la marcha de nuestro país como  los  sucesos de carácter global. Enigmas que, indudablemente, nos preocupan y, a menudo,   ensombrecen nuestro ánimo.
El video, que precede a esta nota,  nos trae imágenes del pasado, al que, a veces, tendemos a idealizar. ¿Fue mejor que la actualidad? ¿Hubo en ese pretérito mayor serenidad que en el presente? Si indagamos con sinceridad, si cotejamos hechos y conductas del ayer y del hoy, si buceamos en nuestro interior y en el interior de las almas que han quedado pendiendo del hilo de los más diversos acontecimientos, esa idealización comenzará a resquebrajarse. Hubo tanto de bueno como de malo en el tiempo que dejamos atrás, así como hay tanto de bueno como de malo en el que nos toca vivir.
Mientras escribo esto, recuerdo ese  feliz  ejemplo de imaginación e inteligencia que es la película  Medianoche en París, de Woody Allen. Muchas veces  presumimos que en otra época podríamos haber  vivido más plenamente o encontrarnos más cómodos que en la que transitamos. Y así es como   nos creamos un “paraíso perdido”, una instancia en la que depositamos nuestros sueños y nuestros anhelos, y ésa instancia no es más que una madeja   de suposiciones  armada a contramano del  transcurso temporal. Y sin embargo, en ella está el motor que propulsa nuestro deseo y nos empuja  con su fresca  brisa hacia las acciones futuras.
En Argentina nos encuentra el fin de año enfrentados a encrucijadas, a climas  poco propicios, a desencuentros de ideas e ideales. Nada nuevo. Estamos acostumbrados a vivir al límite, a arrastrar pesadumbres y a pisar en falso. Y sin embargo, seguimos  “haciendo”, cada uno a su manera y  medida, con aciertos y errores, con pesimismo o fanatismo, con solidaridad y con miedo, con intenciones descabelladas o sensatas,  y   hasta admirables.
Existe en la lengua española el sustantivo malhumor y  también un verbo malhumorar y un adjetivo malhumorado. Sin embargo el buen humor es una construcción nominal. Un sustantivo que es calificado por un adjetivo que podría ser bueno, pero también fino, punzante, ácido,  negro, de perros, etc. Cuando hablamos de buen humor,  así como gramaticalmente construimos una expresión definitoria de un estado de ánimo que implica propensión a la alegría, en la que el adjetivo es un acompañante y determinante del sustantivo en cuestión,  al mismo tiempo construimos una predisposición, una tendencia mental y orgánica, una  forma de “dar el paso”.  El término  malhumor  conforma una entidad inseparable, en la que el  sustantivo y el  adjetivo están atados, sin posibilidad de destrabar el nudo íntimo que los estrecha.  Muchos han definido al hombre como “un animal que ríe”. Pero la risa está a un paso del llanto.  A tal punto que se puede llorar de risa. El  júbilo es inseparable de la pena. Tristeza y alegría se dan la mano. Porque las emociones no son casilleros de un archivo. Son la urdimbre que nos sostiene como personas.
Comenzar el año de buen humor no significa volvernos insensibles o gélidos. Tampoco  consiste en pintarnos una sonrisa  engañosa como la del payaso Garrik, o una sonrisa banal como la de tantos que confunden las apariencias con la realidad.  Es colocarnos en una frecuencia de onda que contrariamente al malhumor, indivisible e inamovible, nos expande en el diálogo, en el intercambio afectivo, en la comprensión, en la multiplicidad  perceptiva.
Los que hacen del malhumor su bandera, su arma de dominación o el escudo con que encubren la bajeza de sus pasiones, en realidad son como la silla (puede ser sillón, trono o banqueta) a la que le falta una pata. Nadie puede sentarse en ella sin estar expuesto a una caída y al golpe físico y moral consecuente.
Con buen humor Charles Chaplin denunció graves  conflictos sociales (El gran dictador, Tiempos modernos, La quimera del oro…)  y Roberto Benigni nos mostró la crueldad de la guerra (La vita é bela).
El arte ha sabido expresar con buen humor esa trama sensible que, en los mejores y los peores momentos, nos pone a todos los mortales a la par.

HAPPY NEW YEAR

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar en tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas. Entonces
la tramo en aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo, como
si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.

31/12/1951- Julio Cortázar

Fuente: Cortázar, Julio, Salvo el crepúsculo, Buenos Aires, Ed. Alfaguara, 1998

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