ULLA, NARRADORA
Estoy con una mujer con la que
hablamos de un trabajo por hacer. Poco a poco nos vamos metiendo en el futuro y
cada una apunta lo que le parece de mayor interés o lo más original. No es el
primer trabajo que hacemos juntas y esa historia compartida, de a ratos nos
alucina. Un hombre mayor está sentado a una mesa cercana y me mira con
insistencia. Me doy cuenta de que he visto caminar a ese hombre en otro lugar y
en otra ciudad, entrar o salir de un de un sitio relacionado con los libros o la enseñanza. Todo
esto pasa con mucha rapidez por mi memoria, que tampoco acierta a retener el
instante en que el hombre entra o sale, el lugar en que se da esa escena, la
ciudad en que eso sucede. Entre las palabras de mi compañera van y vienen en mí
diversos hombres que son el mismo, una misma actitud de saludo y una galería
muy grande. Entonces me decido y lo saludo allí, sabiendo que he tomado yo la
iniciativa y sintiéndome ligeramente incómoda por lo mismo: por los hábitos de
gente mayor que, ese hombre con seguridad arrastra, eso y el prejuicio respecto
del saludo a desconocidos. Pero ya está hecho y pienso que he visto a ese
hombre en otra ciudad, que debe ser el mismo que este gobierno ha nombrado en
un cargo importante, ya que en las cercanías de donde mi compañera trabaja, y
que es la zona donde estamos ahora, hay un edificio oficial.
Vuelven otras imágenes, siguen
los proyectos con mi compañera. Ella se entusiasma y quiere que empecemos a
trabajar cuanto antes. El hombre se levanta y viene hasta nuestra mesa, pero en
ese momento mi compañera también se levanta y quedo sola. Él me dice “cómo le
va”, ya antes de que yo, busque su cara en el pasado, agrega: “Nos conocemos de
la José Mármol". Lo
demás intercambios de rutina, porque nos conocíamos de vista, de cruzarnos en
la biblioteca que él ahora mencionaba. Un encuentro burocrático y un hombre
derrumbado: ni de otra ciudad ni de alto cargo. Hombre descubierto que degradó la memoria. Otra
magdalena, y otra metáfora que por él juntó dos ciudades y la misma obstinación
que ambos habíamos compartido en una biblioteca de esta ciudad.
Fuente: Ulla, Noemí, Nereidas
al desnudo, Francia, Edición bilingüe de la
Maison de Écrivans Étrangers et
des Traducteurs de Saint Nazaire, 2006. El fragmento pertenece al cuento: Otra
Viena-II.
ULLA, ENSAYISTA
En la narrativa de los años sesenta,
Manuel Puig introduce un nuevo discurso literario: el de los medios radiales y cinematográficos.
El énfasis de su escritura paródica descansa y se dinamiza en ellos. Si Silvina
Ocampo y Julio Cortázar continuaban una tradición en la escritura rioplatense a
través del discurso paródico del habla, Manuel Puig lleva la parodia a su mayor
mediación: no es lenguaje que se habla en forma directa (y por lo tanto se oye
en forma directa, ya no son los vecinos
de Cortázar o la incursión en la casa de las modistas de Silvina Ocampo),
sino el de su mayor artificio: el lenguaje prolongado en la sonoridad de la
radio.
Boquitas pintadas tiene como referente la cultura de masas y sus
efectos en los sectores sociales que de ella dependen, con los diversos modelos
de la masculinidad y la femineidad transmitidos en la década del cuarenta. Precisamente
el carácter convencional de estos lenguajes contribuye al despliegue de un
discurso alienado a ese convencionalismo, al despliegue de un discurso de fórmulas,
notorio en Nené o Juan Carlos, en Celina o Mabel, en la Raba o el Pancho. En
este texto, el narrador no trata de borrar su
presencia, con un protagonista sobre cuyo discurso transparente impone
cada tanto su opacidad (como en El hombre de la esquina rosada de
Jorge Luis Borges, Torito de Cortázar o Las fotografías de Silvina Ocampo)
en Boquitas pintadas el narrador
borra totalmente su voz ante una pluralidad de discursos que se entrecruzan,
ante una polifonía. Parecería que el
autor construye una novela de citas donde el exceso es el lugar común; éste
opera como encubridor de un no dicho que mueve la tragedia de esas vidas. La
novela hecha de citas, encubre la condición trágica de los personajes, llamando
a la recepción del lector: éste debe interpretar más allá de la cita, la ironía
que el autor ejerce al citar.
Nuevo lector para el Puig de Boquitas pintadas, el “lector culto” de
Harald Weinrich o el “lector modelo” de Umberto Eco, lector del que se descuenta
su cooperación textual. De otra manera que Cortázar, Manuel Puig logra con la
parodia un efecto irónico más acentuado. En los discursos paródicos de los
cuentos de Cortázar, la función ideológica de la parodia nos orienta
persuasivamente a participar de la burla y la ironía. En Boquitas pintadas ninguna intervención directa
del narrador advierte al lector que se cita a alguien, que se parodia, pero tampoco es posible dejar de lado la ironía
que acompaña al texto por un marco
fundamental: la
cronología. La fecha en que las citas discurren, los años en
que los hechos suceden, son un indicio para el lector y su colaboración. El
sentido trágico aparece más tarde, cuando el ruido de esos discursos
entrecruzados se apaga; pero en tanto la novela sucede, la lejanía de las
noticias, las modas –tan vulnerables-, las reflexiones y su convención,
aseguran el efecto irónico.
Fuente: Ulla, Noemí, Los
años sesenta: Puig y Rozenmacher [fragmento]. En Hipótesis y discusiones Nº
5, UNBA, 1995.
Noemí Ulla nació en Santa Fe- Argentina, en 1940 y falleció en
Buenos Aires, el 23 de abril de 2016. Dra en Letras (UNBA), narradora y ensayista,
fue nombrada académica de número el 22 de julio de 2010.
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