LAS VOCES ETERNAS
¡Oh, dulces voces
eternas, quédense calladas;
acudan a los guardias
del redil celestial
y ordénenles vagar
para obedecer su voluntad,
llama bajo llama,
hasta que el tiempo ya no exista!
¿No han oído que
nuestros corazones están viejos,
y por eso los pájaros
llaman en el viento, sobre la montaña,
en las ramas
sacudidas, o en la marea, sobre la orilla?
¡Oh, dulces voces
eternas, quédense calladas!
El viento entre
los juncos, 1899
EL ALBA
Querría ser tan ignorante
como el alba
que ha despreciado
a esa vieja reina que
una ciudad delimitaba
con el alfiler de un
prendedor,
o los arrugados
hombres que miraban
desde su pedante
Babilonia
los negligentes
planetas en su curso,
desvanecerse las
estrellas cuando sube la luna,
y sus tablillas
tomaban para hacer sus sumas.
Querría ser ignorante
como el alba
que solo allí estaba,
meciendo la carroza relumbrante
sobre el lomo
nebuloso de las cabalgaduras.
Así querría ser –pues
ningún saber vale nada-:
ignorante e
insensible como el alba.
Los cisnes
salvajes de Coole, 1919.
IGLESIA Y ESTADO
Aquí hay un tema
nuevo, poeta,
un tema para
encontrar en la vejez;
el poder de la
Iglesia y el Estado,
la plebe pone bajo
sus pies.
Pero el corazón del
vino correrá puro,
el pan del espíritu
dulce crecerá.
Si ése fuera un
cobarde canto
no vagues por los
sueños ya más;
¿qué si la Iglesia y
el Estado
fuese la plebe que ante la puerta clama?
El vino espeso
correrá hasta el final,
el pan amargo nos
sabrá.
Luna llena en
marzo. 1933.
Fuente: Yeats, William Butler, Antología
poética, Buenos Aires, Editorial Losada, 2010. Selección y traducción:
Delia Pasini.
No hay comentarios:
Publicar un comentario