El sonido de un tren
que se ahoga en la catarata
de las hojas.
Al fondo de la selva
liviana y los cocoteros se
hunde el nivel de
llanto,
el peso entero de los
sueños.
Peso entero del saco
del perfume de la gracia.
Estoy entre la espada
del paisaje y el ladrillo
caliente del olvido,
viajando con un ardor
de joya y sangre.
Escuchando el aullido
de mi candor: mi nueva
fiesta.
EL VERDADERO PAÍS
¿Es otra la alegría?
Por las veredas
ardientes de pronto me estremezco
de mi armonía en ese
instante.
¿Qué atentado lúgubre
arroja al equilibrio
de su claro destino?
¿Qué mecánica de
orden inclemente y perfecto
sonido,
qué irrupción metálica
de golpe nos devuelve
a la sombra de las
canallas herencias del sol
negro?
Tiembla el asilo de
la vida.
Virtuoso bebedor del
agua de diamante, tiéndete
a bramar contra el
enorme globo rojo de la idea.
Ese tambor de sangre
es tu país.
Fuente: De Sola, Graciela ,
Proyecciones del surrealismo en la
literatura argentina, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1967. Los
poemas pertenecen al libro: El pequeño patíbulo-1954.
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