Mis
cimientos en las montañas
y las
montañas las levantan los pueblos sobre los hombros
y sobre
ellos arde la memoria
zarza
que no se consume.
Memoria
de mi pueblo, te llaman Pindos y te llaman Athos[1].
Se
enturbia el tiempo
y por
los pies cuelga los días
vaciando
con estrépito los huesos de los humillados.
¿Quiénes,
cómo, cuándo escalaron el abismo?
¿Cuáles,
de quiénes, cuántos los ejércitos?
El
rostro del cielo se vuelve y mis enemigos se han dispersado.
Memoria
de mi pueblo te llaman Pindos y te llaman Athos.
Solamente
tú por los talones reconoces al hombre
solamente
tú hablas por el filo de la piedra.
¡Tú
afilas el semblante de los santos
y tú
arrastras hasta la orilla de las aguas eternas
la lila
de la Resurrección!
Me
tocas la mente y se duele la criatura de la Primavera!
¡Me
castigas la mano y se emblanquece en las
tinieblas!
Siempre
atraviesas el fuego para alcanzar el fulgor.
Siempre
el fulgor atraviesas
para
alcanzar la cima de las montañas gloria de nieve.
Pero
¿qué las montañas? ¿Quién y qué en las
montañas?
Mis
cimientos en las montañas
y las
montañas las levantan los pueblos sobre
los hombros
y sobre
ellos arde la memoria
zarza
que no se consume.
Fuente: Odisséas Elytis, Dignum est (TO AXION ESTI), Madrid,
Hyspamérica Ediciones, 1983. Traducción: Cristián Carandell. El fragmento pertenece a la sección de este largo
poema, titulada: La pasión.
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