1935, Buenos Aires: Alfonsina
A la mujer que piensa se le secan los ovarios. Nace la mujer para
producir leche y lágrimas, no ideas; y no para vivir la vida sino para espiarla
desde las ventanas a medio cerrar. Mil veces se lo han explicado y Alfonsina
Storni nunca lo creyó. Sus versos más difundidos protestan contra el macho enjaulador.
Cuando, hace años, llegó a Buenos Aires desde provincias, Alfonsina traía
unos viejos zapatos de tacones torcidos y en el vientre un hijo sin padre
legal. En esta ciudad trabajó en lo que hubiera; y robaba formularios del telégrafo
para escribir sus tristezas. Mientras pulía las palabras, verso a verso, noche
a noche, cruzaba los dedos y besaba las barajas que anunciaban viajes y
herencias y amores.
El tiempo ha pasado, casi un cuarto de siglo; y nada le regaló la suerte. Pero peleando
a brazo partido Alfonsina ha sido capaz de abrirse paso en el masculino mundo. Su
cara de ratona traviesa nunca falta en las fotos que congregan a los escritores
argentinos más ilustres.
Este año, en el verano, supo que tenía cáncer. Desde entonces escribe
poemas que hablan del abrazo de la mar y de la casa que la espera allá en el
fondo, en la avenida de las madréporas.
Fuente: Galeano, Eduardo, Mujeres,
Madrid, Alianza Editorial, 1995.
Vista del crepúsculo, al fin de siglo
Está envenenada la tierra que nos
entierra o destierra.
Ya no hay aire, sino desaire.
Ya no hay lluvia, sino lluvia ácida.
Ya no hay parques, sino parkings.
Ya no hay sociedades, sino
sociedades anónimas.
Empresas en lugar de naciones.
Consumidores en lugar de
ciudadanos.
Aglomeraciones en lugar de
ciudades.
No hay personas, sino públicos.
No hay realidades, sino
publicidades.
No hay visiones, sino televisiones.
Para elogiar una flor, se dice: “Parece
de plástico”.
Fuente: Galeano, Eduardo, Patas
arriba. La escuela del mundo al revés, Buenos Aires, Editorial Catálogos,
2001.
Eduardo Galeano nació en
Montevideo en 1940 y falleció en esa misma ciudad el 13 de abril de 2015.
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