DE LA MADRE
Quizás siga dormida
en la niebla del huerto,
y de su mano oscura
se desprendan las cáscaras
de la crueldad y el sueño.
Juan
José Hernández
A la oración
y siempre a la misma
hora,
una calandria canta
en el árbol de los
juegos.
Es mi madre que
retorna
entre las ramas y el
aire
con una música muy
sencilla.
Luego, un silencio
oscuro se desploma
y el pájaro enmudece,
invisible.
Vendrá el invierno
y el recuerdo
aguardará a la estación
propicia
para anunciar nuevos
días de canto.
Entonces mi madre
tornará calandria o rey del bosque
o ave rapaz
de aquellas hábiles
para desgarrar
con el pico ganchudo
la memoria.
Fuente: Martínez, Leonardo, El
señor de Autigasta, Buenos Aires, Ediciones Último Reino, 1994.
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