En
revistas denominadas “culturales”, o en
breves ensayos o artículos de algunos
críticos o de supuestos escritores que aparecen en las secciones de cultura de
los diarios, puede advertirse una marcada tendencia al regodeo en aristas
absolutamente personales de los escritores. En
muchos casos, nos enteramos tarde o temprano de esas facetas íntimas, a
veces penosas o por lo menos conflictivas a través de confesiones de los mismos
o conjeturando a partir de ciertos datos biográficos. Pero en última instancia
lo que vale es su obra y no sus intrígulis privados. Las publicaciones
“culturales”, mimetizadas con la incultura de época, dan rienda suelta a un
chismorreo -casi diría cotorreo- que no dista demasiado en su intención de la de la antigua revista “Antena” respecto de la farándula. Lo que hace de Borges
un escritor universal, leído y admirado
en todo el mundo y en diferentes épocas y por lectores de distintas edades, no
son sus avatares existenciales, sino su talento. Lo mismo podría decirse de
Kafka y tantos otros. En lo personal, sólo me importa de la psicología del
autor su capacidad para crear. He oído decir que los conflictos psicológicos
enriquecen al artista. Puede ser, aunque las
neurosis y/o psicosis no sean el único motor que propulsa la creación.
De lo contrario cualquier neurótico, psicótico o psicópata podría ser
artista. Considero “alocada” esa
proclividad por hurgar en la vida privada. Una muestra más, creo yo, de cierta avidez por
ganar mercado en una coyuntura social que aprecia más el reality show y las vidrieras que la soledad
y ensimismamiento que propician la aguda reflexión.
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