Han pasado cosas en este ínterin.
Entre otras: me mudé y ahora a través de
la ventana de mi escritorio se inmiscuye un jardín, medio salvaje. Estoy un
poco más en contacto con la naturaleza. Y la naturaleza es tan sorprendente,
tan fecunda y prodigiosa que me ha provocado una especie de necesidad de
desintoxicación de la tecnología. La pantalla cansa. Y los contenidos que
provienen de ella (y de los medios en general) resultan a menudo abrumadores. Y no es cuestión de
quererse mantener a salvo de los vapuleos con que la realidad marca su constante
tránsito, sino de no dejarse invadir por el fárrago con el que
las redes nos enredan.
No me he decidido a dar de baja
el blog. Estoy encariñada con él. Pero el cambio de situación ha dado paso a
otras perspectivas. A un encuentro distinto con las lecturas y también a una
revisión de mi enfoque de la escritura. Necesitaba esta pausa y espero que de
ella, y de este encuentro con lo primario
de la tierra y su fertilidad surjan nuevos impulsos creadores. Es un
deseo, y como tal, está sujeto al azar de la circunstancia y a las
posibilidades que la energía imprima a mi trayecto.
Próximamente un poema de Eugenio Montale, que tiene un poco que ver con esto.
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